James leía para Nathan todos los días. Había leído en alguna parte que, incluso en coma, el cerebro seguía recibiendo estímulos que ayudaban a su desarrollo. Así que el joven militar se había provisto de una buena colección de revistas científicas de las que no entendía nada y leía artículo tras artículo, sin detenerse casi a respirar.
Hacía dos días que habían subido a Nathan a planta. Dos días en los que los primeros rumores del hallazgo de otro cadáver troceado pululaban por los pasillos del hospital y por cualquier parte en la que hubiera gente.
Y, sin embargo, a James ya casi no le importaba lo que pudiera pasar fuera de aquella fría habitación. Habían recibido una cantidad inmensa de e-mails con preguntas de la policía, de compañeros de trabajo, con extensos informes acerca de las víctimas encontradas recientemente y la comparación con aquellas que se habían encontrado en el lago. También había requerimientos de los superiores de Nathan que, por supuesto, ya habían averiguado el verdadero motivo por el cual el hombre no daba señales de vida: por el momento, habían sabido mantener la boca cerrada, pero eso no significa que sus acciones no fueran a tener consecuencias esta vez. Por lo pronto habían ascendido a uno de los veteranos del equipo para que tomara su puesto en calidad de sustituto y fue él quien dio la rueda de prensa para salvaguardar la intimidad de su predecesor.
Aun así, las cosas no iban bien, y todo el mundo lo sabía.
Había un clima de miedo que atufaba las calles y las bocas de quien mencionaba el trabajo del carnicero, pues nadie entendía los motivos que llevaban a alguien a hacer algo tan cruel y con tanta saña.
Mas, esta vez... al militar que se escondía en la habitación de hospital, le daba igual. Su odio hacia ese asesino se había estancado en algún lugar de su mente y, por lo pronto, todos sus esfuerzos se dedicaban a cuidar del hombre que yacía en la cama.
Nathan había perdido mucho peso, a pesar de la sonda que lo alimentaba a diario. Las venas de sus brazos relucían como cables azulados bajo la piel e incluso los huesos de su rostro parecían más afilados que de costumbre. Y las costillas... bueno, James siempre sufría cada vez que tenía que lavarlo, pues estaba tan delgado y frágil que podía contarlas sin necesidad de tocarlas.
A veces se preguntaba si el tiempo consumiría todo lo que amaba antes de tiempo. Que todos iban a morir tarde o temprano era una realidad, pero ver aquel estado de debilidad en la persona que más quería era una enfermedad demasiado dolorosa, demasiado pesada...
Un gemido ahogado interrumpió a James, que calló de manera inmediata, poco acostumbrado a que otro sonido que no fuera su propia voz hablando se escuchara en esa habitación.
Miró a Nathan y esperó unos segundos, con las manos rígidas en torno a la revista, que amenazaba con convertirse en papel arrugado.
El sonido volvió a repetirse: un gorgoteo acuoso, dolorido y asqueado que, indudablemente, procedían de la garganta entubada de su mejor amigo.
—¿N-Nath? —El miedo a estar soñándolo todo hizo que su voz surgiera tímida, temblorosa y casi sin fuerza, pero al ver que el hombre abría los ojos, toda la debilidad que sentía se tornó en euforia—. ¡NATH!
La voz de James era desagradablemente alta en comparación al dulce arrullo que lo había estado acunando durante los últimos días, pero incluso así su tono, tan intenso, tan puro, calentó un corazón que jamás había dejado de latir, aunque sus latidos hubiesen sido lentos y pausados.
Nathan intentó enfocar la mirada, pero no lo consiguió. A su alrededor la luz brillaba demasiado y todo era como un caleidoscopio de colores que no lograba identificar de ninguna manera. También intentó abrir la boca para decir algo, pero le sobrevino una náusea y tuvo que callarse para no vomitar. Comprendió entonces que la molestia que sentía en la garganta era una sonda que bajaba hasta su estómago, así que hizo lo que el cuerpo le pedía, aunque su mente dormida protestara débilmente: intentar quitársela.
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Y vosotros... ¿cómo os conocisteis?
Tajemnica / ThrillerEl asesinato cometido por Adam Brown supuso que la vida de James cambiara por completo. Lo que antes había sido una vida fácil y feliz se convirtió en una pesadilla que jamás ha conseguido dejar atrás: ni la bebida ni las drogas han conseguido que...