Capítulo 34

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Narra Flavia

Después de cortar con Javiera ya no tenía ganas de nada, terminé de firmar todos los papeles que tenía a mano y le pedí a Lizama que cancelara todas las citas que tuviera en la tarde.

Tomé mi cartera y bajé hasta el estacionamiento, en el camino a mi casa iba escuchando música y aunque quería evitar a toda costa cualquier cosa de Javiera tenía la mayoría de sus canciones guardadas en mi lista de favoritos.

Cuando llegué a mi casa me quedé un rato en el auto escuchando la canción "Chiquitita" que Javiera había escrito para mí, bajé y entré, el olor a salsa llegó de pronto a mi junto con una melodía suave que salía desde la cocina.

– ¿Hola?– me quité los zapatos y deje mi cartera a un lado, camine hasta la cocina– ¿quien anda ahí?

– Si fuera un ladrón, no creo que te prepararía la comida – ella dejó la espátula a un lado y le bajo a la música antes de acercarse a mi

– Javi, ¿qué haces aquí?, creí que dijiste que la gira se alargaba

– Te menti, llegamos hace unas horas, pase por mi casa y decidí que quería prepararle una rica comida a mi polola

– Juro que te odie cuando me dijiste que tendrías que estar tres semanas más fuera– me acerque a ella pegando nuestros cuerpos, podía sentir su respiración chocando contra mis labios, la tome por la cintura para abrazarla

– Lo se– me separe un poco de ella

– No te das una idea de lo que te extrañe

– También te extrañe mi amor– sonreí antes de tomar los labios de Javiera en los míos

Las manos de ella recorrían cada centímetro de mi espalda, subiendo lentamente a mis hombros, las mías sostenían con fuerza su cintura pegando su abdomen al mío, nos separamos después de unos segundos.

– ¿Comemos?

– Quiero probar lo que preparaste– Javiera sirvió la pasta en dos platos y los colocó en la isla de la cocina– cuéntame de la gira

– Fue genial, amo estar en los escenarios y que a las personas les guste lo que hago

– No puedo dejar de escuchar tus canciones

– Estuve escribiendo algunas más estos meses

– ¿Me las enseñaras?

– Claro, luego de comer

Asentí y me quedé viéndola, estaba tranquila comiendo la pasta que había preparado, alargue mi mano para acariciar su mejilla, ella sonrió mientras me miraba y una vez más me di cuenta que podía vivir perdida completamente en ella.

Sus ojos verdes ya casi no tenían dolor, se veía como poco a poco ese dolor del que siempre mi madre hablaba estaba abandonando su corazón. Se veía más fresca, liviana y tranquila que la primera vez que nos vimos, tomé una de sus manos entre las mías y deje un pequeño beso en sus nudillos.

– ¿Eres feliz?

– ¿Por qué preguntas eso?

– Por tus ojos

– ¿Mis ojos?

– Mi mamá habló siempre de una tristeza en tu corazón, la misma que veía en tus ojos pero ahora estás más tranquila, es como si poco a poco dejarás que todo el dolor te abandonara

SerendipiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora