Capítulo 28: Un Hyde, dos Hydes

145 16 1
                                    


-¿Sinclair?- Preguntasteis las dos a la vez, intentando cubriros con las sábanas.

La rubia volvió a apuntar hacia vosotras, como si quisiera salir de dudas. Tú pusiste las sábanas alrededor de la pelirroja, intentando cubrirla.

-¡Baja la maldita linterna!- Gritaste nerviosa. -¿Se puede saber qué rayos estás haciendo aquí?

-Yo... Yo... Lo siento, lo siento...- Contestó Enid, nerviosa, apuntando la luz hacia el suelo.

-¿Qué ocurre, Enid?

Otra figura apareció en la puerta, Miércoles, apuntando su linterna de nuevo hacia vosotras. La joven abrió los ojos manteniendo su expresión de siempre.

-¡Aparta esa luz, mocosa!- Gritaste. Marilyn sólo temblaba, agarrando fuertemente las sábanas. -¿Alguien más?- Preguntaste retóricamente.

Aunque la pregunta fuera retórica, una sombra más se asomó tímidamente por la puerta.

-¿Tyler?- Preguntó Marilyn, reaccionando, sorprendida. El chico hizo un tímido gesto de saludo con la mano, intentando no miraros fijamente.

-¿Qué hacéis aquí vosotros tres?- Preguntaste, intentando buscar alguna prenda de ropa bajo las sábanas.

-Lo mismo podríamos preguntar nosotros.- Dijo Miércoles, impasible como siempre.

Marilyn te miró buscando alguna respuesta que pudieran entender. No había ninguna.

-¿Qué? Esta es mi casa.- Dijo la pelirroja. Te sorprendiste por esa respuesta, pero no dijiste nada.

-¿Tú casa?- Preguntó la morena, entrecerrando los ojos.

-Sí, la compré yo.- Reafirmó Marilyn. En verdad no había razón por la que no pudiera ser cierto.

-¿En serio?- Siguió preguntando. Enid tiró de la manga de su chaqueta.

-Creo que deberíamos irnos.- Susurró la rubia, situándose detrás de los otros dos.

-Ah, no, de eso nada. Vosotros ahí quietecitos. Esperad fuera y ahora hablamos.

Los tres se miraron y se dieron la vuelta, retrocediendo.

-¡Eh, la puerta!- Chillaste. Tyler, con la mirada en el suelo cogió la manija y cerró suavemente.

-Esto es una pesadilla.- Te dijo Marilyn, saliendo de la cama, buscando su ropa con movimientos nerviosos.

Tú rodaste los ojos y empezaste a vestirte también.

-Ahí tienes la explicación de por qué la puerta estaba abierta. Esos tres estaban merodeando por aquí antes de que llegáramos.- Dijiste, poniéndote la ropa.

-Ay, Dios mío...- Suspiró la pelirroja, colocándose sus gafas de nuevo. Tú te acercaste a ella poniendo una mano en su hombro.

-Venga, no lo pienses, podría haber sido peor.- Dijiste, tratando de tranquilizarla un poco.

-¿Peor? ¿Cómo podría ser peor?- Preguntó, abrochándose el vestido.

-Bueno, podrían haberte visto sentada en mi cara. Seguro que se hubieran traumatizado de por vida.- Bromeaste, ganándote un golpe en el brazo.

-No tiene gracia, Sarah. Esta vez nos la vamos cargar.- Dijo, buscando algo con la mirada.

Tú localizaste una de sus botas y la cogiste, dándosela con un suspiro.

-Qué va. Las que están en la cuerda floja son ellas. Se han saltado el toque de queda.- Dijiste, calzándote tú también.- Seguro que podemos llegar a un acuerdo.

Las cenizas de un corazón rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora