Te levantaste pronto ese domingo. La luz se colaba a través de la vieja ventana. Te incorporaste perezosamente, recordando cómo fue la noche anterior. Después de una cena un poco incómoda, al fin se aclararon las cosas. En el momento te parecía que de verdad era posible que hubiera algo entre Marilyn y tú, pero ahora mismo no estabas tan segura. No era que no te gustara, ciertamente lo hacía. Era que no sabías si Emily seguía presente en tu corazón. Habían pasado 6 meses desde aquella fatídica noche, pero te parecía demasiado pronto para empezar a salir de ese agujero negro.
Te frotaste los ojos y saliste de la cama. La cabeza te dolía un poco por el vino, pero nada comparado a esa botella de vodka.
Corriste la cortina y te asomaste a la ventana. Los domingos siempre eran así de tranquilos. Todo el mundo estaba descansando, o recuperándose de la noche anterior. Parpadeaste un poco para dejar de ver borroso y te apoyaste contra el cristal, resoplando. Tenías muchas cosas en la cabeza, y no sabías ponerlas en orden.
Viste a tu tía paseando, a lo lejos. Rodaste los ojos, como cuando eras estudiante. Te ibas a apartar de la ventana, cuando viste a otra persona aparecer tras la esquina. Marilyn. Algo en tu mente se revolvió y te quedaste mirando fijamente a las dos mujeres. No sabías por qué, pero un sentimiento desagradable te invadió. Deseabas que no le hubiera contado nada de la cena de anoche, ¿Ya se lo habría contado?
-Mierda, mierda.- Murmuraste, yendo deprisa a la silla de tu escritorio, donde dejabas siempre un montón de ropa.
Con torpeza, te pusiste una camiseta y, dando saltos, también unos pantalones. Casi caes al suelo, y eso te hizo reflexionar un poco, ¿a dónde ibas?
Sacudiendo la cabeza cogiste una chaqueta y el bolso y saliste de tu habitación.
Bajaste corriendo las escaleras, intentando no tropezar. Cuando saliste al patio, buscaste a tu tía con la mirada. La localizaste y te dirigiste hacia ella, cuando una mano pálida te detuvo.
-Ey Weemsy.- León fue el causante del agarrón. Te avergonzaste al oír la manera en la que te llamaba. Eso no te parecía apropiado para una profesora.
-León, no soy tu compañera, no me llames así.- Dijiste entre dientes, procurando no perder de vista a Larissa y Marilyn.
-Perdóneme Srta.- Contestó en un tono de broma. No estabas para muchas bromas, pero inclinaste la cabeza, siguiéndole el juego.
-¿Querías algo?- Preguntaste, impaciente.
-Me preguntaba si te apetecía dar un paso por Jericho, ya sabes, para ponernos al día y eso.- Dijo sonriente.
No dejabas de mirar a las dos mujeres, pero pensaste un poco y tal vez sí que era una buena idea distraerte un poco.
-Vale, dame un momento y nos vamos.- Dijiste, andando deprisa. Supusiste que el chico asintió, ya que le diste la espalda.
Habías perdido de vista a tu tía tras una esquina y aceleraste tu paso, casi corriendo.
Al llegar a esa esquina te paraste en seco, al encontrarte de frente con tu tía y compañía, que dieron un paso hacia atrás, asustadas.
-Dios mío, Sarah.- Dijo tu tía, con una mano en el pecho. -¿Qué haces?
-Oh, nada, yo, sólo...- Dijiste vagamente. Marilyn pareció encontrar divertida tu situación, pero no dijo nada.
Larissa llevó su mano a tu pelo, cogiéndolo con un gesto extraño y dio un paso hacia atrás, mirándote de arriba abajo.
-¿Te has peinado?- Te preguntó, colocándote un poco el pelo. Tus mejillas se sonrojaron peligrosamente. Marilyn se puso la mano en la boca para no reírse descaradamente de ti. –Cualquiera diría que te acabas de levantar.
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Las cenizas de un corazón roto
AventuraTu nombre es Sarah Weems. Tu tía te insintió para que ocuparas el puesto de profesora de arte en la academia Nunca Más, pero tú lo rechazaste. Vivías tu vida en Boston junto a tu novia, Emily. Todo cambió después de pedirle matrimonio. Ella rechazó...