Capítulo 3: Un cielo de nubes negras

142 16 3
                                    


Saliste al patio y localizaste tu coche. No te apetecía mucho ir al pueblo, pero Larissa ahora no era tu tía, sino tu jefa, y pareciste entender que si no obedecías, tu madre llamaría a todas horas para compadecerse de ti.

Con un gesto de desgana dejaste tu bolso en el asiento de al lado y montaste en el coche. El golpe que dio la puerta al cerrarse hizo que la guantera se abriera, dejando caer algo que deseabas no volver a ver. Era una tira de fotos que Emily y tú os hicisteis en un fotomatón. Lo cogiste con las manos temblorosas y pensaste en romperlo en mil pedazos. No lo hiciste, lo volviste a guardar y metiste la llave en el contacto, intentando que las lágrimas no salieran de tus ojos.

Arrancaste el coche, bueno, lo intentaste. Sonidos agónicos salían del motor. Probaste varias veces, nada. El día no iba para nada mal, hasta ese momento.

-¡Mierda, mierda, mierda!- Te lamentaste mientras golpeabas tu cabeza con el volante. Enfadada saliste del coche. Si hubieras cerrado la puerta más fuerte, la habrías roto, seguro.

-¿Ocurre algo?- Una voz que no querías escuchar se dirigió hacia ti. Marilyn te miraba con cierta diversión en su cara.

Procuraste calmarte un poco y resoplaste.

-Nada.- Dijiste fríamente, evitando su mirada. Cerraste los ojos y suspiraste de nuevo. –El coche no arranca, y tengo que llevar esto al pueblo.- Confesaste finalmente.

-Qué casualidad, justamente yo también voy al pueblo.- Su mirada era algo malvada. –Puedo llevarte, si quieres.

Gruñiste, negando con la cabeza. Parecía como si se hubiera olvidado de vuestro pequeño altercado matutino. Miraste hacia la puerta, dónde estaba tu tía mirando curiosa la situación. Supiste que no te quedaba otro remedio que aceptar su propuesta.

-Está bien.- Refunfuñaste. Larissa te sonrió satisfecha desde la puerta. La fulminaste con la mirada.

Marilyn desbloqueó su coche, un pequeño "escarabajo" azul grisáceo. Ella era una molestia para ti, pero el coche era bonito, al menos.

A regañadientes entraste en el vehículo. Una carita sonriente colgaba del retrovisor e hiciste una mueca de disgusto.

Sin decir una palabra el coche arrancó y os pusisteis en marcha.

El silencio era bastante incómodo, al menos hasta que Marilyn se aclaró la garganta para decir algo.

-Oye... Con respecto a lo de esta mañana...- Empezó. Parece que le costaba un poco hablar.

-¿Mm?

-Creo que las dos nos hemos comportado como niñas pequeñas, ¿no te parece?- Te miró de reojo.

Por una parte tenía razón, había sido una pelea absurda y sin motivo alguno, por otro lado seguía sin gustarte esa mujer, por nada en concreto.

-Puede, pero yo estaba primero.- Dijiste volviendo tu mirada a la ventanilla. Un suspiró triste salió de sus labios.

-Por si no te has dado cuenta, estaba intentando disculparme.- Su tono se endureció un poco.

-Genial, disculpas aceptadas.- Sonabas fría como el hielo, y no tenías ni idea de por qué. La habías tomado con ella sin razón alguna. Resoplaste de nuevo y te diste por vencida, intentando cambiar un poco tu actitud. –Vale, está bien, yo también lo siento.- Dijiste casi murmurando.

Ella sonrió un poco y asintió.

El coche de detuvo en frente la cafetería. Un torrente de recuerdos llenó tu mente. Ciertamente parecía como si el pequeño pueblo se hubiera detenido en el tiempo.

Las cenizas de un corazón rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora