Capítulo 2: El arte, por el arte

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La alarma de tu móvil te sacó de tu sueño. Definitivamente esa cama era una tortura. La espalda te dolía y tenías todo el cuerpo agarrotado. Con los ojos sin abrir del todo miraste aquellas flores, que daban la impresión de estar riéndose de ti.

Con un gruñido te levantaste y buscaste la ropa adecuada para tu primer día.

Te metiste al baño y te miraste al espejo. Lo que veías en él no te recordaba para nada a ti misma. Las ojeras eran demasiado evidentes, y parecía como si alguien te hubiera robado la alegría. Desde luego ese alguien tenía nombre y apellidos.

Al encender la ducha, un sonido desagradable salió de ella. Parecía como si el edificio entero temblara. Un chorro de agua marrón salió del grifo.

-Fantástico.- Suspiraste mientras te quitabas la ropa.

Poco a poco el agua se fue aclarando y cogiendo temperatura. Con un suspiro melancólico te metiste a la ducha.

Esos momentos te relajaban mucho, tal vez eran los únicos instantes en los que podías dejar la mente en blanco. Ni en eso podías tener suerte, al parecer.

-¡Yiahh! ¡Joder!- Pegaste un fuerte grito cuando el agua pareció congelarse de repente. Manipulaste las llaves del agua intentando que volviera el relajante calor de antes. Y lo hizo, vaya que si lo hizo.

-¡Mierda, arde!- Chillaste al sentir cómo parecía que se quemaba tu piel. Eras inmune al fuego, no al agua hirviendo.

Como pudiste cerraste el grifo. La ira se acumulaba en tu pecho. Pronto te diste cuenta de dónde estaba el problema. Tras la pared sonaba lo que parecía otra ducha.

-No puede ser.- Susurraste.

Esa mujer otra vez. Si no tenías suficientes motivos para odiarla, ahora empezabas a tenerlos. Rabiosa cogiste una toalla y te cubriste con ella. Intentando no resbalar, te dirigiste a la puerta. La abriste y asomaste la cabeza por si había alguien alrededor. Con un movimiento rápido te dirigiste a la puerta de al lado, sujetándote bien la toalla.

Diste varios golpes fuertes en ella.

-¡Eh, tú!- Llamaste mientras seguías golpeando la puerta. -¡Me estás robando el agua caliente!

Oíste como el grifo se detuvo y unos pasos torpes se dirigían hacia ti. La puerta se abrió un poco y una sorprendida Marilyn apareció tras ella.

-¿Qué estás diciendo?- Decía sorprendida, mientras trataba de ocultarse detrás de la puerta.

-Lo que has oído, me estaba duchando y el agua se ha vuelto loca, ¿te importaría esperar a que acabe?- Te mordiste la lengua e hiciste un esfuerzo por parecer educada.

-Resulta que yo también necesito ducharme.- Fue su respuesta. Tú rodaste los ojos. -¿Por qué no esperas tú a que yo acabe?- Sonaba como un desafío.

-Porque yo estaba primero, Marilyn.- Tu voz también era desafiante, aunque eso sonó bastante infantil por tu parte.

-Pues lo siento, Sarah.- Dijo antes de cerrar la puerta en tus narices.

Tu cara se volvió roja de rabia. Querías aporrear la puerta hasta que se viniera abajo. Pero unos pasos en el pasillo te obligaron a meterte de nuevo en tu habitación.

-No me lo puedo creer.- Gruñiste dirigiéndote al baño de nuevo.- Será...- Te tragaste lo que ibas a decir cuando escuchaste de nuevo el grifo en la habitación de al lado. Tu mirada se volvió malévola, mientras mirabas las llaves del agua. Si quería guerra, la iba a tener. Te inclinaste hacia la ducha y con un movimiento elegante encendiste el agua caliente al máximo.

Las cenizas de un corazón rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora