Capítulo 31: ¿Dónde estará mi libro?

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-Si nos damos prisa, no creo que nos encontremos con nadie.- Dijiste, emprendiendo el vieja de vuelta a la estatua.

Sigilosamente, volvisteis a entrar en aquella sala, no perdiendo el tiempo y guardando el diario en su sitio.

Marilyn se apoyó en la mesa que había debajo y suspiró de manera melancólica. Tú la miraste con lástima. Seguramente lo estaría pasando bastante peor que tú.

-Ey, pelirroja, ¿estás bien?- Dijiste, poniendo una mano en su hombro.

Marilyn negó con la cabeza, sollozando.

-No.- Dijo mirando hacia la mesa.

-Eh, venga, venga.- Le dijiste, frotando su espalda.

-Ha sido todo culpa mía. El alcalde está muerto por mi culpa, Eugene está en coma por mi culpa.- Dijo, con lágrimas recorriendo sus mejillas.

Tú te pasaste la mano por la nuca, no sabiendo muy bien qué decir. Suavemente la cogiste la mano y la hiciste girarse, tirando de ella en un tierno abrazo.

-Vamos, vamos, tranquila...- Le dijiste suavemente, mientras dejaba que se desahogara en tu hombro. –Oye, no es culpa tuya, cómo ibas a saber tú que había otro Hyde suelto por ahí.- Dijiste susurrando.

-Si yo no hubiera empezado con todo esto, nada hubiera pasado...- Dijo llorando. Tú suspiraste, en parte tenía razón, pero sabías que no era una mala persona, que sólo necesitaba una pequeña razón para no hacer lo que había pensado, y esa razón habías sido tú.

-Tranquila, Laurel, yo estoy aquí contigo, y juntas vamos a arreglar todo esto, ya lo verás. Y no tienes la culpa, ¿me oyes?- Dijiste con voz segura, apartándote un poco y colocando tus manos ahuecando su cara. –Quiero que lo digas, di que tú no tienes la culpa, vamos.

-Yo...Yo....- Murmuró.

-Dilo.

-No... No tengo la culpa.-Dijo intentando no trabarse.

-Genial, genial. Ahora con un poquito más de entusiasmo. –Bromeaste, haciendo por fin reír a la pelirroja. -Todo saldrá bien, ya lo verás.

-Te quiero, Sarah, y sigo pensando en hacer una vida de verdad contigo... Pero no sé si tú sigues pensando igual.

Rodaste los ojos, harta de las inseguridades de tu novia. Lo que te había confesado no era poca cosa, pero para ti no era ni por asomo motivo suficiente para acabar con lo vuestro antes de empezar de verdad.

-Pues claro que sí. Además con Tyler bajo tu mando, no tenemos que preocuparnos de las tareas del hogar...- Bromeaste.

-Sarah.- Te dijo, ahora sonriente, inclinándose para besarte.

Subisteis de nuevo por las escaleras y suspirasteis aliviadas de que nadie os viera entrar o salir. Ibais a ir al pueblo, a intentar dejar de pensar en todo lo que estaba ocurriendo.

-¿Estás mejor?- Preguntaste a la pelirroja mientras conducías.

-Un poco.- Contestó, mirando por la ventanilla.

- Genial.- Dijiste, un poco pensativa.

En la cafetería no había mucha gente, cosa que agradecisteis.

-Venga, vamos a intentar hablar de otra cosa, para variar.- Dijiste, sentándote en una mesa.

-¿De otra cosa?- Preguntó Marilyn, todavía algo preocupada.

-Sí, no sé, por ejemplo... ¿Qué habías pensado para la casa? ¿Reforma integral o rehabilitación?

Marilyn no parecía muy segura de querer hablar de eso, y no la podías culpar. Pero tenías que intentar mantener la calma y no darle demasiadas vueltas.

Las cenizas de un corazón rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora