Capítulo 30: Influencias y voluntades

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El día era lluvioso. Parecía como si el tiempo acompañara a los horribles eventos que sucedían alrededor de ti. Era el funeral del alcalde y por una vez no te encontrabas de humor para hacer bromas. Ese hombre había muerto, y en el fondo un profundo sentimiento de culpa nublaba tu juicio. No sabías si ese asesinato estaba relacionado con todo lo que estaba pasando, pero no dejabas de pensar que tal vez si no hubieras hecho preguntas, no habría pasado nada.

La confesión de Marilyn también ocupaba tus pensamientos, aunque saber que no llegó nunca a poner en marcha su plan te dejó un poco más tranquila. De no haber sido así, nunca hubieras sido capaz de perdonarla. No sabías por qué, pero confiabas en ella, mucho más de lo algún día confiaste en Emily.

-Odio los funerales.- Susurraste a la pelirroja, que te cogía del brazo mientras tú sujetabas el paraguas.

El discurso era emotivo, recordando lo bueno que era Noble Walker. No sabías si era bueno, pero sí sabías que era inocente, y que no merecía eso.

-He ido a tantos que al final me he acabado acostumbrando.- Te contestó Marilyn, con la misma voz baja y discreta.

Larissa estaba cerca, ocultando sus ojos bajo unas gafas oscuras. No pudiste evitar pensar que os estaba mirando, pero seguramente serían imaginaciones tuyas.

Cuando el discurso terminó y acabó la ofrenda floral, todo el mundo empezó a dispersarse. Pudiste distinguir a Tyler entre la gente. Pensar que era un monstruo sanguinario a las órdenes de tu novia te hizo tener un escalofrío.

-Tenemos que ir a por el libro ese del tal Faulkner en cuanto podamos.- Dijiste a Marilyn, que únicamente asintió. No querías ponerte pesada, pero la idea de tener a dos monstruos cerca, y a uno de ellos sin identificar te ponía un poco nerviosa.

-Sarah.- Dijo una voz detrás de ti, junto con una mano apoyándose en tu hombro.

-¡Joder!- Dijiste en un tono demasiado alto, saltando debido al susto. Tu tía, que no estaba muy lejos miró inmediatamente hacia ti, haciendo una mueca de disgusto. Miraste alrededor, viendo cómo algunas personas te miraban con esa misma cara. –Perdón.- Dijiste, bajando la cabeza.

La persona detrás de ti se descubrió. Era la doctora Kinbott.

-Siento haberte asustado. Hace mucho tiempo que no hablamos, siento que sea en una situación así.- Te dijo, con una sonrisa melancólica. –Hola Srta. Thornhill.

Marilyn hizo un gesto con la cabeza, saludando a la doctora. Las tres empezasteis a caminar, separadas únicamente por vuestros paraguas.

-Ya me ha contado Larissa que has conseguido rehacer tu vida, enhorabuena, a las dos, claro.- Dijo, mirando también a la pelirroja.

-Gracias.- Dijisteis a la vez, agachando la cabeza.

-Espera un momento, ¿es que Larissa te lo cuenta todo?- Preguntaste, caminando más despacio.

-No me lo cuenta. Somos amigas y hablamos.- Dijo Valerie, intentando no enfadarte.

-Oh, genial...- Suspiraste, mirando a la pelirroja, que se encogió de hombros.

-¿Podemos ir a tomar un café? Me gustaría hablar con vosotras un momento, si es posible.

Marilyn y tú os mirasteis y asentisteis a la vez.

En la cafetería se respiraba el mismo ambiente lúgubre y triste que en el funeral. Parecía como si todo el pueblo llorara la muerte del alcalde. Te parecía un hombre presuntuoso y falso, como el resto de políticos. Pero eso no le convertía en una mala persona.

Las cenizas de un corazón rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora