Capítulo 35: El ardiente Libro de las Sombras

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Pusiste algo de ropa debajo de las cabezas de tu tía y de Miércoles y suspiraste.

-Joder... La que he liado.- Dijiste, llevando tus manos a la cabeza. Marilyn miraba atónita a los cuerpos inconscientes en el suelo.

- A veces no está mal pensar un poco las cosas, ¿sabes?- Te recriminó.

-Lo siento, lo siento. No sé me da bien pensar cuando estoy nerviosa.- Te excusaste.

-Has drogado a tu tía, que es tu jefa por cierto, y yo he hecho lo mismo con una alumna.- Te repitió, como si tampoco fuera consciente de lo que acababa de pasar.

-Bueno, bueno. Era una emergencia, nos tenían acorraladas.- Dijiste, encogiéndote de hombros.

-Podríamos haber dicho la verdad.

-¿Crees que nos iban a creer? Mi tía nunca ha confiado en mí. Y la verdad, tampoco es que le diera motivos para que pensara lo contrario.- Dijiste, mirando a la mesa. –Oye, pelirroja, ¿puedes fabricar algo para qué despierten?

Marilyn rió irónica, pero se puso a buscar en los cajones de su escritorio.

-Pues no, no puedo hacer nada para despertarlas, pero tengo esto.- Dijo, enseñándote una botella blanca.

-¿Qué es eso? ¿Un brebaje mágico?- Preguntaste, cogiendo la botella.

-Amoniaco.- Te respondió secamente. – Ojalá funcione.

-Espera, espera, espera.- Dijiste, alejando la botella de sus manos. -¿Qué se supone que les vamos a decir?

-Eso ya lo veremos, pero tenemos que despertarlas antes de que alguien nos vea.- Te dijo, alargando su mano hacia ti.

Una corriente de aire frío recorrió el lugar. La noche ya era casi cerrada. Tú te quedaste quieta, notando como el vello de tu piel se erizaba. Algo terrible estaba a punto de pasar, era imposible no notarlo.

-¿Has oído eso?- Preguntaste, creyendo haber escuchado una especie de crujido.

-N, no.- Contestó Marilyn, mirando asustada alrededor. -¿Qué has oído?

-No lo sé, es como si hubiera alguien fuera...- Dijiste, intentando ver algo a través de los viejos cristales del invernadero. –Creo, creo que deberías decirle a Tyler que venga...

-Sarah, me estás asustando.- Dijo la pelirroja, acercándose a ti.

-Di, díselo...- Le ordenaste.

No estabas segura de si habías oído un ruido o no, pero de lo que sí estabas segura era de haber visto una sombra a través de los cristales. En esa zona no había nada que pudiera provocar esa siniestra figura.

Marilyn sacó su teléfono y escribió rápidamente, mirando asustada a su alrededor. Tú hiciste un gesto para que la pelirroja no hablara e intentaste poner atención.

-Oh, Dios mío...Sarah.- Te dijo, señalando hacia la puerta.

Una sombra inconfundible se cernía delante de vosotras, tras la vieja puerta de cristal.

-¡Al suelo!- Gritaste. Inmediatamente después, un sonido horrible de cristales rotos interrumpió la paz de aquel lugar, junto con un rugido que desafortunadamente conocías.

Era el monstruo, el verdadero monstruo, que irrumpió en el invernadero, destrozando todo lo que encontraba a su paso. Tú te tapaste la cabeza con las manos, tumbada en el suelo, vigilando a tu tía y a Miércoles, que seguían durmiendo, ajenas a todo lo que estaba pasando. En seguida te diste cuenta de cuál era el objetivo del monstruo, así que, haciendo gala de una valentía que no tenías, te levantaste.

Las cenizas de un corazón rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora