Capítulo 9: La cena de las idiotas

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Había llegado la hora. Te miraste al espejo y repasaste un poco tu maquillaje. Estabas guapa. Hacía mucho tiempo que no te preocupabas tanto de tu aspecto. Cogiste tu bolso y saliste de la habitación. Habías oído movimiento en la suya, pero preferías dirigirte directamente al patio.

Evitar a tu tía era tu prioridad, no necesitabas dar explicaciones, y no querías darlas en absoluto. Al salir fueras sentiste alivio, y te colocaste un poco la ropa.

Allí estaba ella, esperando frente a su coche. Al verte sonrió, haciendo un gesto de saludo según te acercabas a ella.

-Vaya, estás preciosa.- Te dijo con cierta timidez. Tus mejillas se sonrojaron con el cumplido y te fijaste en ella, que llevaba un vestido un poco más elegante que los que solía llevar.

-Tú también.- Respondiste.

Ambas os quedasteis sin palabras, sonriendo la una a la otra, de manera un tanto infantil. Reaccionaste de repente, pensando que en cualquier momento aparecería Larissa para interrogaros. Te aclaraste la garganta e hiciste un gesto hacia el coche.

Ella también reaccionó y desbloqueó el coche, abriendo la puerta del copiloto, indicándote que pasaras.

Tus mejillas se sonrojaron antes este gesto y te acercaste despacio. Pasando a su lado te metiste en el coche. Cuando te sentaste ella cerró la puerta suavemente y entró en el asiento del conductor.

Te abrochaste el cinturón y la miraste. Lo único que hacíais era sonreír. Menos mal que no era una cita, porque realmente lo parecía. Todo a lo que habías estado dándole vueltas en la ducha volvió a tu cabeza. Estabas nerviosa y en cierta manera entusiasmada. Por fin parecía que Emily no ocupaba toda tu atención, pero que Marilyn estuviera en su lugar tampoco te parecía bueno. Eras una chica que se hacía ilusiones fácilmente.

-Bueno...- Comentó Marilyn, rompiendo el tenso silencio. -¿Estamos listas?- Preguntó, metiendo la llave en el contacto.

Asentiste y el coche arrancó. El camino fue silencioso, terriblemente silencioso. Lo único que sonaba era una suave música procedente de la radio.

Miraste alrededor, preparada para decir algo, aunque no sabías qué.

-Oye...- Dijiste en voz muy baja. Ella te miró brevemente, asintiendo.

-Mola el coche.- Dijiste tú sin pensar. Qué frase más idiota para empezar una conversación.

-¿Te gusta?- Preguntó, sonriendo.

-Pues sí.- Fue tu respuesta.

Ella sólo rió, dándose cuenta de lo nerviosa que estabas. Por un momento su expresión se relajó y se puso algo seria.

-Sarah,- Dijo. –Si no estás cómoda con esta situación, puedo dar la vuelta. No quiero obligarte a hacer algo que no quieras.

Sus palabras te sorprendieron. Ella te había pedido ir a cenar después de todo. No te parecía una situación incómoda en absoluto, pero seguramente ella se dio cuenta de que igual era una petición un poco precipitada después de lo que habías pasado.

-¿Qué quieres decir?- Preguntaste, frunciendo el ceño.

Marilyn suspiró, como buscando las palabras.

-Quiero decir que no me debes nada. No te sientas obligada a cenar conmigo sólo porque te sientas culpable.

Empezaste a entender lo que quería decir y negaste con la cabeza.

-No, es decir, no lo hago por que crea que te debo algo, realmente me apetece, en serio.- Dijiste rápidamente, intentando disipar las dudas que empezaron a surgirle.

Las cenizas de un corazón rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora