Después de ese día, todo cambió un poco. Llevabas ya un mes en Nunca Más, y no podías negar que empezabas a sentirte a gusto. Poco a poco las sombras de tu pasado fueron ocultándose entre los alumnos, tus compañeros y tu vida diaria en la academia. Marilyn y tú enterrasteis el hacha de guerra. No podía decirse que fuerais amigas, ni nada parecido, pero sí que os sentabais juntas en el comedor. No hablabais, sólo estabais ahí, la una frente a la otra. La estúpida guerra por el agua caliente terminó. Tu tía por su parte, pareció relajar su actitud hacia ti, debido al cambio que poco a poco dabas. Las sesiones con Kinbott parecieron venirte bien. Al fin conseguías ver algo de luz entre los nubarrones de tu vida.
-Es un trabajo magnífico, Xavier.- Dijiste al joven, que te mostraba orgulloso su pequeño estudio de arte, en la antigua cabaña.
-Gracias Srta. Weems.- Respondió.
Mirabas detalladamente el trabajo de tu mejor alumno. Era extraordinario, tenía talento de verdad, aunque sabías que temía estar siempre a la sombra de su padre. Tu mirada se dirigió a un cuadro tapado con una sábana.
-¿Qué me dices de ese de ahí?- Preguntaste. Él pareció ponerse un poco nervioso.
-No es nada, aún no está terminado.
Asentiste algo desconfiada y miraste tu reloj. Era ya muy tarde.
-Debemos volver ya.- Dijiste, dirigiéndote a la salida.
Xavier te siguió y se despidió de ti.
-Espero que no se desperdicie tu talento.- Dijiste al aire, viendo cómo se alejaba.
Paseaste despacio hacia la academia. Por fin, después de mucho tiempo te sentías tranquila, en paz. La noche no era demasiado fría, ni oscura. El filtro con el que mirabas las cosas era menos gris. Larissa tenía razón, ahora lamentabas no haberle hecho caso antes.
Entraste en tu habitación y te pusiste cómoda. Encendiste tu aparato de música y te pusiste a leer un viejo libro sobre frescos medievales. Podría parecer raro, pero te encantaban ese tipo de libros, y allí, había todos los que podías desear.
La tranquilidad no podía durar mucho en la vida de Sarah Weems.
El teléfono vibró. Tú volviste a mirar el reloj. Era muy tarde, y en la pantalla sólo ponía "número desconocido"
Un poco desconfiada pulsaste el botón y lo dejaste encima de la mesa, en manos libres.
-¿Quién es?- Preguntaste.
-¿Sarah? Soy yo, Brad.
No podía ser, el capullo de Brad te estaba llamando. No era suficiente para él haber estado con Emily durante meses, engañándote.
-¿Qué coño quieres?- Subiste bastante el volumen de tu voz, casi escupiendo cada palabra.
-Bueno, verás, Emily no quería que te lo dijera pero bueno, éramos amigos, ¿no?
Creías que podrías derretir las paredes. Era increíble. No dabas crédito a las palabras de ese cabrón. Hiciste un esfuerzo para no ponerte a gritar.
-¿Amigos? Emily y tú llevabais meses liados a mis espaldas. Nunca fuiste mi amigo, sólo un traidor.- No gritabas, pero estabas a punto.
-Lo sé, lo sé y lo siento...
-Vete a la mierda.- Dijiste, con el dedo sobre el botón rojo de colgar.
-Espera, espera, por favor. Te llamaba para decirte... que estás invitada.
Abriste mucho los ojos. No puede ser.
-¿Invitada? ¿Invitada a qué?- Tu respiración se aceleraba mucho. Sentías cómo las venas de tu cuello se hinchaban. No podía estar diciendo lo que estaba diciendo.
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Las cenizas de un corazón roto
AventuraTu nombre es Sarah Weems. Tu tía te insintió para que ocuparas el puesto de profesora de arte en la academia Nunca Más, pero tú lo rechazaste. Vivías tu vida en Boston junto a tu novia, Emily. Todo cambió después de pedirle matrimonio. Ella rechazó...