Estabas preparándote en tu habitación. No tenías ni idea de qué era lo que Marilyn había planeado, y no saberlo te ponía un poco nerviosa. Estabas ilusionada, verdaderamente ilusionada. Era la primera vez en 6 meses que no te acordaste de Emily lo más mínimo. No te hacía mucha gracia llevar todo esto en secreto, pero teniendo en cuenta las circunstancias, parecía más que razonable.
Te probaste mil combinaciones y luego te miraste al espejo. No sabías lo que ibais a hacer, así que tampoco tenías idea de qué ponerte.
Cuando creías que ya estabas lista miraste el reloj. La hora estaba cerca. No habías oído ningún ruido en la habitación de al lado. Más emocionante todavía.
Saliste de tu habitación y te dirigiste al invernadero con cierta cautela. No querías encontrarte con nadie por el camino, mucho menos con tu tía.
Parecía que la suerte te sonreía, no parecía haber nadie por allí. Sólo algún que otro estudiante, al que afortunadamente no conocías.
A llegar al invernadero, hiciste una rápida comprobación de tu estado, colocándote la ropa y un poco el pelo. Llamaste dos veces a la puerta. No hubo respuesta. Empezaste a ponerte aún más nerviosa y llamaste dos veces más.
Ibas a entrar directamente, pero unas manos cubrieron tus ojos por sorpresa. Pegaste un pequeño brinco y llevaste tus manos instintivamente a tus ojos, intentando apartarlas.
-Shh, soy yo.- Un susurro conocido hizo que cesaras tu intento de escabullirte.
-Menudo susto me has dado, pelirroja.- Dijiste con una sonrisa en tu rostro.
-Lo siento.- Dijo empezando a caminar, haciendo que tú también te movieras. –Mantén los ojos cerrados, ¿quieres?- Te dijo soltando las manos de tus ojos.
Obedeciste un poco obligada, notando como ahora su mano agarraba tu muñeca, tirando de ti hacia delante.
Oíste cómo se abría la puerta, y luego se cerraba al dar unos pequeños pasos.
-¿Estás lista?- Te preguntó Marilyn.
-Siempre.- Fue tu respuesta.
-Abre los ojos.- Ordenó. Su voz delataba también cierto nerviosismo.
Los abriste al instante para ver algo sorprendente. Ese lugar no parecía el mismo. Las mesas en las que solían sentarse los alumnos estaban apartadas, y en el centro de la sala había una pequeña mesa cubierta con un mantel y dos sillas situadas una frente a la otra. La iluminación también había cambiado. Unos hilos sujetaban unas pequeñas bombillas que iluminaban levemente el lugar. Te encantó. Eso era sólo para vosotras dos, para ti, y para ella, para nadie más.
-Guau, esto es...- Dijiste, estabas sin palabras.
-Es mi manera de agradecerte lo que has hecho por mi.- Dijo susurrando, agarrándote por la cintura.
-No hacía falta que te molestaras tanto. Con verte con un poco menos de ropa me valía.- Susurraste. Marilyn rió y negó con la cabeza.
-Si tu tía te oyera...- Dijo divertida, haciendo caso omiso de tu insinuación.- Por favor, siéntate.
Ella hizo un gesto hacia una de las dos sillas y tú fuiste hacia allí, mordiéndote el labio. Caballerosamente movió la silla para que sentaras.
-¿Y qué hay de menú?- Preguntaste, mirando a la pequeña luz que decoraba el centro de la mesa.
-Creo que te resultará familiar.- Respondió, colocando dos platos en la mesa.
-Vaya, la lasaña del otro día. Me gusta.- Dijiste agradecida. No eras muy complicada para las comidas, te gustaban las cosas sencillas.
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Las cenizas de un corazón roto
AventuraTu nombre es Sarah Weems. Tu tía te insintió para que ocuparas el puesto de profesora de arte en la academia Nunca Más, pero tú lo rechazaste. Vivías tu vida en Boston junto a tu novia, Emily. Todo cambió después de pedirle matrimonio. Ella rechazó...