Capítulo 18: Qué bonito nombre tienes

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-Venga pelirroja, ábreme la puerta.- Dijiste contra la entrada de su habitación. No obtuviste respuesta. Ya lo habías intentado tres veces, nada. Definitivamente algo le ocurría a Marilyn. –Que nos vamos a perder la pizza. Dime, ¿cuál es tu favorita? ¿La de pepperoni, con anchoas, barbacoa? ¿O me vas a decir que te gusta la pizza con piña? Preguntaste, tratando de quitarle hierro al asunto, aunque no sabías cuál era el asunto. -Por favor, Marilyn, dime algo.

Nada, silencio absoluto. Frustrada apoyaste la espalda contra la puerta y te deslizaste hacia abajo, sentándote en el suelo.

-Al menos dime qué es lo que te he hecho para que me estés ignorando. ¿Es por que te he metido mano en la biblioteca? Te prometo que no lo volveré a hacer, de día.

Miraste tu reloj y resoplaste. Habías dicho a Enid que iríais a comer con ellas. Tenías mucha hambre, y estar ahí sentada no iba a servir, así que decidiste bajar a comer con las chicas.

Después de comer muy poco y de pensar mucho subiste de nuevo a tu habitación, con unos trozos que sobraron. Volviste a ponerte frente a la puerta de la pelirroja y cogiste aire.

-Servicio de habitaciones.- Dijiste divertida. –Le traigo un exquisito manjar hecho de tomate, orégano, pan y una variedad selecta de ingredientes de calidad.

El silencio seguía siendo el protagonista.

-Puedo pasártela por debajo de la puerta, pero te vas a comer sólo el pan.- Insististe, ya un poco cansada.

Estabas completamente sorprendida por su actitud. No dejabas de pensar en lo que podías haber hecho, pero no encontrabas nada.

-Oye, si quieres insúltame, grítame, pero dime algo...- Suspiraste, apoyando la mano en la puerta.

Tenías que solucionar eso como fuera. Habías empezado a salir con ella, a pasar página, pero de alguna manera no eras capaz de hacer nada bien. Querías hacer las cosas bien, aprender a olvidar el pasado y formar un nuevo futuro junto a esa mujer. Lo querías realmente, puede que incluso, la querías.

-Como quieras, creo que desde mi ventana puedo llegar a la tuya.- Dijiste, entrando en tu habitación.

No pensabas saltar, de ninguna manera, pero puede que así consiguieras llamar su atención. Abriste tu ventana del todo y subiste al alfeizar, sentándote con las piernas colgadas hacia el vacío. No tardaste mucho en oír cómo se habría su ventana. La Marilyn que conocías no estaba allí, si no que había sido sustituida por una mujer con el maquillaje arruinado, sin gafas y con los ojos rojos.

-Toma, coge esto.- Dijiste lanzándole la caja con la pizza, que afortunadamente cogió al vuelo.

-¿Pero qué coño haces?- Preguntó exaltada. Por lo menos había hablado, lo consideraste una pequeña victoria.

-Ya te dije que iba a saltar a tu habitación, y ahora si me haces el favor de apartarte un poco, necesito algo de ángulo.- Dijiste, fingiendo prepararte para saltar.

-¡Para! ¿Te has vuelto loca?- Te dijo, muy asustada.

-Pararé sólo si me dices qué es lo que te pasa.

Marilyn suspiró, dándose al fin por vencida.

-Está bien, pero baja de ahí.- Dijo, esperando a que volvieras a meterte en tu cuarto.

Sonreíste satisfecha mientras salías por la puerta. El cerrojo sonó y Marilyn apareció. De cerca su aspecto era mucho peor. Se hizo a un lado y pasaste dentro, intentando no restregarle tu victoria.

-Siéntate.- Te dijo, señalando la cama.

Lo hiciste, seguida por ella, que se quedó mirando al vació, pensando en lo que iba a decirte. Tú eras más rápida.

Las cenizas de un corazón rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora