𝙰́𝙲𝙸𝙳𝙾 (+18) 𝗧𝗼𝗺 𝗞𝗮𝘂𝗹𝗶𝘁𝘇

Capítulo 1.

— ¿Estás segura de que no quieres ir conmigo? Solo serán un par de horas.

Recargué la cabeza en el respaldo del sofá. Se me veía agotada, un tanto molesta y por sobretodo; irritada. Mamá dejó ver una expresión cansada, como si ya estuviera lo suficientemente cansada de rogarme.

— No me gustan tus reuniones de trabajo, mamá. Menos cuando sé que muchas personas importantes se encuentran allí. Es insoportable —bufé.

— ¿Sabes lo que es insoportable? Tú. 

— No me vas a odiar porque no quiero ir ¿verdad? Voy todos los años. Todos los años es lo mismo. No pasará nada si falto esta vez ¿no?

—Pues por eso mismo, Juliette, me gusta que estés allí conmigo — su rostro pareció verse más viejo de lo normal cuando esa mirada de tristeza se hizo presente. Solté otro bufido y me arrastré por el sofá hasta quedar a su lado, abrazándola como si de una niña pequeña se tratara.

— Siempre te sales con la tuya cuando me haces esos ojos, no es justo —reclamé dándole un beso en la mejilla. Mamá de inmediato sonrió radiante, como si todo el color hubiera vuelto a sus mejillas regordetas.

—Ya, ya. Menos charla y más acción. Ve a cambiarte rápido que se nos acaba el tiempo. No puedes ir con esa cara de niña callejera —me apretó la nariz y segundos después se levantó yendo hacia las escaleras. Ella ya estaba radiante, sospechaba que solo iría a corregir su maquillaje y a ponerse algo de perfume. En mi caso, era completamente diferente a mi madre. Odiaba llamar la atención, por eso prefería usar ropa discreta y no solía maquillarme, lo detestaba. En ese tipo de reuniones era donde más lo hacía. Todo el mundo me señalaba lo linda que sería si ''cuidara'' más de mí, y mamá en lugar de protegerme, les daba la razón. Era algo por lo que no me gustaba pasar cada año.

Me demoré quince minutos en ponerme ese patético vestido negro, me llegaba a la rodilla. Mamá me puso algo de sombra café en los ojos y un labial claro, ni siquiera sabía de qué color era, estaba tan frustrada que me subí al auto arrastrando los pies, desganada, quería ya irme y todavía no habíamos llegado.

— Te prometo que lo pasarás bien, Julie. Al final siempre terminas divirtiéndote —dijo mamá al subirse al asiento de conductor, poniéndose el cinturón y encendiendo el motor del vehículo. No hice más que rodar mis ojos y mirar la pantalla de mi celular. Que no siguiera hablando. Una palabra más y me lanzaba del auto en movimiento sin importarme las consecuencias.

Todo iba tranquilo durante el camino, hasta que la luz de la gasolina se encendió en el tablero tras el volante, llamando tanto mi atención como la de mamá.

—Dios. Solo ayer le cargué combustible —se quejó mirando hacia el camino. Según el lugar donde estábamos, una gasolinera se encontraba a pocas calles, así que intenté soltar mis peores vibras para que el auto no alcanzara a llegar. 'Que se detenga, que se detenga, que se detenga'. Repetía una y otra vez en mi cabeza, mirando mi patético reflejo en el espejo del costado de la puerta. Me sentía tan tonta cuando vestía de esa manera. Según mi mamá, se debía a mis problemáticos quince años. Ella decía; donde odias todo y a todos, pero sinceramente, no creía que ese fuera el motivo. No tenía el mejor cuerpo, ni el mejor carácter. Mi existencia era una combinación de varias cosas que a muchas personas les disgustan. Mamá no me creía, decía que era una niña muy linda, pero bastaba con pararse junto a mi cinco minutos en los pasillos de la escuela y ya sabrías por qué odiaba mi apariencia.

El letrero de la gasolinera me sacó de mis pensamientos, regañándome mentalmente al darme cuenta de que ni para soltar malas vibras servía.

— Dame cinco minutos y ya nos vamos, Julie. Cambia la cara de amargada— soltó con esa clásica energía positiva de siempre, se acomodó el cabello negro y ondulado (le llegaba a los hombros) y finalmente bajó del vehículo luego de aparcarlo junto a los estanques de gasolina.