Capítulo 26.

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—¿Quieres que te acompañe? —mi voz salió con un tono de sorpresa.

—Por supuesto que sí ¿A quién más voy a cantarle? —Bill habló relajado, con aquella sonrisa preciosa con la que siempre se le veía, como si ya fuera su sello personal. 

No pude evitar sentir cosquillas en el estómago, cosquillas que a los segundos desaparecieron al recordar todo lo que estaba pasando

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No pude evitar sentir cosquillas en el estómago, cosquillas que a los segundos desaparecieron al recordar todo lo que estaba pasando. Me acomodé en las escalerillas de nuestra cabaña y terminé soltando un suspiro, aclarándome la garganta cuando sentí que Bill se recargaba en mi hombro como de costumbre.

—¿Crees que es una buena canción? —preguntó cerca de mi oído, sacándome de mis pensamientos.

—Perdón ¿Qué?

—Monsoon. Agregar la batería y el bajo le dará un plus increíble —comentó emocionado, como si de un niño pequeño se tratara. Intenté sonreír al verlo tan ansioso, llevando una mano hasta su mentón para darle pequeñas caricias con mis dedos.

—Es una canción excelente, estoy segura que ganarán el show de talentos ¿Qué sería el premio? —pregunté interesada. Me gustaba verlo y escucharlo hablar de cosas que le apasionaban. Bill sonrió más.

—Puntos para el equipo, ya sabes, el tonto campeonato. Serían puntos para los dos grupos, no sé. Pero no es lo importante, lo que me emociona es tocar en público y con los chicos.

Mientras hablábamos, las puertas de la cabaña de más allá se abrieron, dejando ver a Georg y Gustav salir, el último llevaba sus baquetas y las golpeo despacito contra las barandas de las escaleras.

—¡¿Ya estás listo, chico emo?! —le gritó Georg desde más allá, agrandando la sonrisa del pelinegro a mi lado.

—¡¿Ya estás listo, chico emo?! —le gritó Georg desde más allá, agrandando la sonrisa del pelinegro a mi lado

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—¡Nací listo! —Bill le respondió el grito, poniéndose de pie para después extender su mano en mi dirección. La tomé de inmediato, tensándome cuando sentí que entrelazaba sus dedos con los míos. No pude hacer más que bajar la mirada y permitir el agarre, comenzando a caminar a su lado.

—¿Tom ya está en el taller? —preguntó Georg cuando ya llegaron a nuestro lado.

—Ese idiota no ha salido de ahí, se la pasa ensayando...

𝙰́𝙲𝙸𝙳𝙾 (+18) 𝗧𝗼𝗺 𝗞𝗮𝘂𝗹𝗶𝘁𝘇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora