Capítulo 28.

736 40 12
                                    

Día treintaicinco: Viernes.

Estaban viviendo el sueño.  Básicamente eso era lo que había comenzado a ocurrir desde que la reunión con el señor Kaulitz había finalizado. No había ni un momento en que alguno de los chicos dejaran de hablar de su primera canción sin una sonrisa enorme en los labios. De cierta manera, sentía que toda esa locura nos sacaba un poco del drama que habíamos estado viviendo el último tiempo. Ahora la atención de todos parecía estar sobre los chicos; sobre Tokio Hotel. Y quizás era algo necesario. Como un respiro para todos. Una nueva fuente de atención.

—Ya es la quinta vez que te lo digo, Bill. Suenas bien, lo haces perfecto —la voz un tanto agotada de Tom resonó por todo el taller de música. Se quitó la guitarra y la dejó sobre un amplificador, resoplando. 

Me quedé en silencio, Bill se había sentado un tanto estresado delante de mí mientras yo le acariciaba las manos para intentar calmarlo. Habían estado ensayando mucho.

—No entiendes que quiero hacerlo perfecto —dijo el pelinegro sin mirarlo. Tom volvió a suspirar, yendo directo en nuestra dirección para poner una mano en el hombro de su gemelo. Parecía ignorar mi presencia y no era como si me molestara. Al parecer, las cosas estaban más tranquilas así. Fingiendo que nada había sucedido entre ambos.

—Recuerda que esto debe ser divertido ¿No? Por eso hacemos música, por eso Monsoon tiene tantas vistas; porque ese día nos divertimos en el escenario. Es lo que buscamos.

—Tom tiene razón —se unió Georg, acercándose también hasta donde estábamos para desordenarle un poco el cabello al pelinegro, quien sonrió—. Levanta el culo y vamos a divertirnos, Bill. Es lo que hacen las malditas estrellas de rock.

Al parecer, eran las palabras que necesitaba escuchar, puesto que después de responder a mis caricias, Bill se puso de pie con el rostro completamente iluminado, tomando el micrófono sin quitarle la mirada de encima al de gorra para comenzar a marcar el ritmo...

Y Monsoon comenzó a sonar.

Estuvieron toda la mañana ensayando, Liz y yo los acompañamos durante un rato, hasta que el anuncio de una nueva competencia por equipos se oyó a través de los megáfonos principales del centro del campamento, indicándonos que debíamos reunirnos en la base en quince minutos. Fiorella estaba extrañamente distanciada, había comenzado a hacerse algo más cercana a un grupo de chicas del equipo azul. Ni siquiera dijimos algo al respecto, tanto Liz como yo creíamos que era algo que ella necesitaba.

—No estoy lista para alguna competencia física, estuvimos mucho rato en el taller —me dijo la pelirroja entre quejas, extendiendo sus brazos como si quisiera relajarlos a medida que caminábamos.

—Lo tuyo con Gustav se ve serio —comenté, mirándola de reojo para percatarme de que sonreía. Automáticamente hice lo mismo, se notaba lo bien que conectaban y la química que tenían.

—Quizás lo es. Nos complementamos muy bien, no lo sé. Es algo que se siente ¿No? Cuando miras a esa persona y... todo lo demás desaparece.

Mientras Liz hablaba, como si hubiera sido obra del destino, los chicos estaban saliendo del comedor. Sin poder evitarlo mi mirada viajó de inmediato a ese idiota. Tom caminaba delante, soltando carcajadas y dándole empujones tanto a Bill como a Georg y Gustav, jugueteando como siempre.

—... Así se siente querer a alguien ¿Verdad? Algo que simplemente sucede, que lo sientes y que no puedes evitarlo.

La mirada de Tom se cruzó con la mía por un par de segundos, donde su sonrisa se borró con brusquedad y una expresión decaída apareció  en su rostro, como si la luz de su mirada se hubiera apagado al verme. Sentí una punzada en el pecho al creer que era lo que le provocaba, lo que le hacía sentir. 

𝙰́𝙲𝙸𝙳𝙾 (+18) 𝗧𝗼𝗺 𝗞𝗮𝘂𝗹𝗶𝘁𝘇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora