Capítulo 21.

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Frío, incomodidad, miedo, vergüenza...

Cada una una de esas sensaciones comenzó a invadir mi cuerpo con brusquedad cuando Tom se separó, comenzando a ordenar su ropa a mis espaldas. Mi respiración se tranquilizaba, mi frente estaba pegada a la puerta y mi cuerpo desnudo comenzó a temblar, más cuando sentí las manos calientes de Tom posicionarse en mi cintura.

— Julie...—murmuró el de gorra, pero de inmediato comencé a vestirme como pude, rápido y sin mirarlo. Tom retrocedió un par de pasos, aclarándose la garganta. Era más que obvio que ninguno sabía qué mierda decir.

— Cállate —dije al fin, abotonándome el pantalón antes de alzar la mirada en su dirección, topándome con aquellos ojos acusadores que me observaban con una expresión neutra.

—¿Vamos a fingir que esto tampoco pasó? —preguntó recargándose en una de las mesas.

Inhalé y exhalé lento, tratando de acomodar todas las cosas que se cruzaron por mi cabeza.

—Tom, esto... —hice una pausa para suspirar, pasando una mano por mi cabello cuando sentí mis ojos arder. Me dolía el pecho, sentía un vacío en el estómago y de pronto, solo podía ver la imagen de Bill en mi cabeza, de nosotros; de lo nuestro. Cerré los ojos con fuerza y me tapé la cara con ambas manos, notando como de inmediato Tom se acercó a rodearme con sus brazos, intentando abrazarme.

—Lo sé... Sé que está mal, sé que es terrible —dijo con voz delicada, quizás como nunca lo había escuchado hablar —, pero no pude evitarlo. Ya no puedo, Juliette. 

Poco a poco quité las manos de mi rostro, alzando la mirada en su dirección mientras sus brazos me rodeaban. ¿Cómo habíamos terminado así? ¿Qué rayos estaba pasando? Con Tom nos odiábamos.

—¿Qué estás diciendo, Tom? Calla... —puse una mano en su pecho mientras las lágrimas regresaban, pero él se acercó más a mí y besó mi frente, quedándose apoyado en el lugar a medida que mis ojos se cerraban otra vez, sintiendo ese dolor insoportable en el pecho. Había hecho algo asqueroso, algo repugnante, algo que nadie merecía, menos Bill. Mis manos temblaron y me derrumbé, permitiéndome llorar desconsoladamente contra el pecho de Tom, quién solo atinaba a susurrar delicados ''shhh'' y ''todo estará bien''.  Pero yo sabía que no. Sabía que habría un antes y después seguido de aquello, que recién sería el comienzo de algo enfermizo —. ¿Cómo miraré a Bill a la cara? ¿Cómo me acercaré a él? Tom... Esto no debió pasar. Eres... Eres el maldito Tom Kaulitz —y lo empujé, separándolo de inmediato de mi cuerpo.

—¿Qué? —preguntó él con una expresión de extrañeza.

—Eso... Eres Tom Kaulitz. El que se las tira a todas ¿No? Seguro esto es una puta meta personal o algo por el estilo, lograr tirarte a la novia de tu hermano... —Tom avanzó, parándose cerca de mi rostro.

—¿Qué estás diciendo? ¿Pretendes culparme por lo que acaba de suceder? —soltó con molestia, cada palabra se oía más enojada que la anterior.

Tensé la mandíbula y asentí.

—¿Piensas que te voy a creer que te intereso para algo más que no sea sexo? —lo empujé otra vez—. ¿Piensas que soy así de estúpida?

—¿Correrás a decirle a Bill que te obligué o qué mierda? —lo empujé de nuevo, ya no podía controlar mis lágrimas —. ¡Eres igual de culpable que yo, Juliette! ¡Los dos quisimos esto!

—¡Ya cállate, por favor! —chillé volteándome mientras me intentaba secar las lágrimas, pero estas parecían no querer detenerse.

—No voy a callarme. Estoy cansado de ignorar esta mierda que siento. Nadie tiene el derecho de decidir quién me puede gustar y quién no, ni siquiera tú ¿Me escuchaste, malcriada de mierda? —pasó por mi lado, directo hacia la puerta, pero apenas tomó la manilla se detuvo, volteando lento —. Pero quédate tranquila, me aseguraré de olvidar toda esta mierda lo antes posible.

𝙰́𝙲𝙸𝙳𝙾 (+18) 𝗧𝗼𝗺 𝗞𝗮𝘂𝗹𝗶𝘁𝘇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora