Capitulo 31.

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Inocentemente había creído que el primer día en casa sería el más difícil de todos. Pero ya llevaba dos semanas y el malestar no se iba. Tenía los ojos hinchados de tanto llorar, sentía el pecho adolorido y cada maldita cosa me recordaba a Tom. Cuando desperté esa mañana, me sentí un tanto shockeada al no ver las camas de mis compañeras de cabaña. Extrañé el tonto saludo mañanero del supervisor Richard por los megáfonos del campamento y hasta incluso sentí nostalgia al recordar el ruido molesto de los campistas más animados temprano en la mañana. En lugar de vivir todo eso, solo pude apreciar mi aburrida habitación.

Dos golpes en la puerta desviaron mi atención, haciéndome mirar hacia aquel lugar.

—El desayuno está listo, Julie. Baja cuando quieras.

La voz de mi mamá sonó delicada, sabía que verme así la tenía preocupada de sobremanera, pero por más que me esforzaba en disimularlo, no lo lograba.

Así estuvo mi vida por el resto del verano. Y así continuó incluso cuando regresé a la escuela. Era mi último año, pero sentía un vacío tan grande en mi interior, que los primeros meses pasé desapercibida. No faltaba a las clases, ni una sola, pero estaba tan deshecha que mi energía solo alcanzaba para las tareas y ya. Socializar no estaba en mis planes en ese momento. O al menos no lo estuvo hasta que Emma apareció. Una chica nueva y muy amigable, lo suficiente para hacerme sonreír con bromas tontas cada tanto. Me recordaba mucho a Liz, solo que era un par de centímetros más baja y su cabello era rubio, le llegaba hasta los hombros.

Cuando se habían cumplido exactamente nueve meses del final del campamento, Emma llegó casi corriendo a la cafetería, tenía su celular en la mano y una expresión de desquiciada (en el buen sentido). Parecía que nunca la había visto sonreír tanto.

—¡No vas a creer lo que sucede! —chilló la rubia sentándose junto a mí. 

No iba a negar que mi personalidad había vuelto a ser introvertida y callada, Julie del campamento y Julie de la escuela parecían ser chicas completamente diferentes. Aún así, y tratando de prestarle mayor atención a mi única amiga, le miré con curiosidad y una pequeña sonrisa.

—¿Alguno de tus idols favoritos posteó en Instagram? —intenté adivinar, pero Emma soltó una carcajada contagiosa, agrandando mi sonrisa.

—¿Conoces esta banda? ¡Darán un concierto en una semana! — no tardó en enseñarme la pantalla de su celular, dejándome completamente congelada cuando miré aquella fotografía; era el anuncio de un tour. No un tour cualquiera.

Eran Tokio Hotel.

No podía describir lo que sentí en aquel instante, pero era lo más parecido a una corriente eléctrica por todo el cuerpo, como si de un segundo a otro me hubieran sacudido hasta acabar con el oxígeno de mis pulmones. Era la primera vez que me enteraba de algo de ellos. Había evitado entrar a redes sociales por todo ese maldito tiempo, pero ver sus rostros después de tantos meses... ver esa foto...

Tomé el celular de Emma para ver de más cerca, concentrando toda mi atención en esa mirada altanera y coqueta del idiota que se había llevado mi corazón. De ese idiota que lo había roto y que, al parecer, era el único que podía repararlo.

—Emma... ¿Te gustan? —pude murmurar al fin. Mi amiga aplaudió casi por instinto, asintiendo una y otra vez al igual que una niña pequeña.

—¿Que si me gustan? ¡No sé cuál de los cuatro está más guapo! Te juro que hasta estoy aprendiendo alemán por sus canciones. ¡Y eso que los conocí hace como un mes! —otra vez se rio, quitándome el celular de las manos para comenzar a buscar algo en este, mostrándome la pantalla segundos después —. Harán una firma de autógrafos este viernes, Julie. ¡Por favor, acompáñame!

𝙰́𝙲𝙸𝙳𝙾 (+18) 𝗧𝗼𝗺 𝗞𝗮𝘂𝗹𝗶𝘁𝘇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora