Capítulo 5.

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Día dos: Domingo.

9:00 am.

—¡Buenos días campistas, se acabó la hora de dormir y ya comienza la diversión! ¡Todos a levantarse, tender su cama y dirigirse al comedor para desayunar! 

Me cubrí la cara con mi almohada al oír los altavoces, me dolía la cabeza, había dormido mal y traía un ánimo de mierda. No tenía ganas de levantarme, mucho menos de realizar alguna estúpida actividad como el día anterior, pero inconscientemente pensé en cómo estaría Bill. Después del percance, no se vio a ningún gemelo en las fogatas, pero tal como había dicho Fiorella la noche anterior, ese par se veía complicado, y sinceramente, yo ya no quería más complicaciones en mi vida. 

El problema fue cuando salí de la cabaña y lo vi sentado en las escalerillas, se veía un tanto desanimado, pero seguía manteniendo la estética de siempre aunque se notaba que no estaba en su cien por ciento. Su cabello estaba más desordenado, traía más pulseras y anillos y su maquillaje parecía ser aún más oscuro, lo que resaltaba su piel. Bill era precioso.

Me obligué a pasar por su lado cuando este me vio, sin siquiera voltear a saludarlo, solo caminé rápido y fui directo hasta el comedor para formarme. Fiorella ya estaba en una de las mesas, cuando entré, me saludó con la mano, poco después apareció Liz.

—Tienes una cara de mierda, Jones —me dijo esta —. Te moviste toda la noche ¿Tuviste pesadillas? —preguntó mientras la fila avanzaba lentamente. Resoplé tratando de no parecer ofendida.

—Me cuesta dormir en otros lugares, es todo. Chismosa — le dije dándole una palmada en la nuca y esta se rio, sobándose como si de verdad le hubiera dolido.

Las puertas del comedor se abrieron y Tom entró, quedándose quieto sin importarle que medio campamento lo estuviera viendo. Su mirada se detuvo sobre mí, como si hubiera encontrado lo que estaba buscando.

—Eh, la tonta. Ven aquí —lo dijo en voz alta y de manera despectiva, haciendo reír a las rubias tontas del fondo. 

Me sonrojé apenada y volteé a ver a Liz , tratando de ignorarlo.

—Oh, no. El idiota viene para acá —me dijo la pelirroja quién lo miraba por sobre mi hombro y para cuando me giré, ya tenía a Tom frente a mí. Tragué saliva y desvié mi mirada. No iba a negar que su presencia me parecía imponente, como si con ese carácter pudiera hacerme mierda. Odiaba eso.

—¿Qué diablos quieres ahora, Tom?— le pregunté en voz baja, sabía que todo el comedor estaba pendiente de nosotros, pero no quería formar tanto alboroto. No después de lo del día anterior.

—Ven conmigo, ahora —pareció una orden, una que al parecer no les gustó a las chicas que querían colarse dentro de su pantalón, puesto que todas dejaron de reír.

Miré mis pies, tragué saliva y reuní la fuerza suficiente como para levantar la mirada y verlo directo a los ojos. Estábamos cerca, eso hacía más evidente la diferencia de estaturas. Tom lo notó y corrigió su postura, quedando  aún más alto mientras jugaba con el piercing en su labio, sin dejar de verme a los ojos. Maldito presumido.

—No quiero —le contesté en voz más alta. Los murmullos no tardaron en aparecer, haciendo que Tom frunciera el ceño. No se esperaba esa respuesta.

—No recuerdo haberte preguntado. Vamos de una vez —finalizó este volteándose para caminar hacia la salida, pero permanecí quieta en el mismo lugar. Tom se detuvo justo en la puerta, me miró por sobre el hombro con una expresión relajada y suspiró—. Juliette ¿No?

Lo miré tratando de no reflejar ninguna expresión en mi rostro. Estaba muy nerviosa, pero no quería darle el gusto de notarlo. Él continuó:

— ¿Me acompañas, por favor?

𝙰́𝙲𝙸𝙳𝙾 (+18) 𝗧𝗼𝗺 𝗞𝗮𝘂𝗹𝗶𝘁𝘇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora