Capítulo 22.

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—Bill ¿A qué te refieres? ¿Ocultarte qué cosa? —pestañeé un poco tratando de despabilar, pero el pelinegro delante de mí hizo una mueca antes de encogerse de hombros.

—No sé... Lo que pasó con Fiorella la otra vez, lo que escuché cuando hablaban y... verlos ayer en la noche se me hizo raro. Tom es malo mintiendo y sé que si lo interrogo un poco me soltará toda la verdad, pero me gustaría que tú lo aclararas primero.

Sus palabras salían fuertes y claras, ni siquiera titubeaba al decirlo, solo me miraba a los ojos con una expresión más seria que de costumbre, haciéndome tragar saliva.

—Es solo que —suspiré—, ya no nos odiamos tanto como en el principio, supongo —mentí, sintiendo esa incomodidad en mi pecho y parte de mi estómago. El tema me daba náuseas.

—¿Me dices que son amigos? —enarcó una ceja.

Desvié la mirada un tanto nerviosa, notando al de rastas más allá sentado junto a la fogata. No nos quitaba los ojos de encima con esa expresión relajada y presumida de siempre. Todo parecía ser fácil para él. No era mi caso.

—Quizás, Bill... Quizás lo seremos —bajé la mirada, pero de pronto sentí esos suaves dedos tomarme por las mejillas para alzar mi rostro; Bill me veía con una sonrisa inocente, una tan preciosa que sentí ganas de llorar cuando me besó despacio.

—Eso es genial, Julie... Lo único que he querido todo este tiempo es que se lleven bien. No sabes lo tranquilo que me deja saber esto —cada una de sus palabras se sentía como un maldito puñal en mi pecho. Me sentía una estúpida, una mierda de persona.

No pude articular palabra alguna, solo atiné a abrazar a Bill como una niña pequeña, intentando ocultar la expresión de tristeza de mi rostro contra su pecho. No quería que me viera así; me avergonzaba. Solo quería cerrar los ojos y creer que se trataba de una estúpida pesadilla, pero lo peor de todo, era que no estaba completamente arrepentida.


(...)


Día veintinueve: Sábado.

¿Cómo era posible fingir tan bien que nada había sucedido? Habían pasado un par de días desde ese... encuentro con Tom, las cosas con Bill habían mejorado y poco a poco volvimos a ser el grupo de amigos que solíamos ser hace un par de semanas. Gustav y Liz ya salían de manera oficial, aunque todos nos hicimos los sorprendidos cuando nos dieron la noticia en el comedor esa mañana. Pero se veían tan felices juntos, que en realidad nos alegraban el día a cada uno de nosotros. Tom no coqueteaba con chicas, admitía que me volví un tanto curiosa en ese sentido, andaba muchísimo más pendiente de lo que el de rastas hacía, no porque me interesara, sino por miedo a que abriera la boca. Al parecer eso de mentir y ocultar cosas ya se estaba volviendo lo mío. No, no era algo que me hacía sentir orgullosa.

—¿Crees que se me escape una teta con este? —aguanté la risa y escuché la carcajada de Fiorella antes de voltear a ver a Liz, quién llevaba un lindo traje de baño naranja, parecido al tono de su cabello.

—No pasará si lo aseguramos bien —dijo Fio al pararse tras de ella para atar bien los tirantes, echándole una mirada a la pelirroja.

—Te queda muy lindo —le dije yo, atando también la parte superior de mi traje de baño color negro. Estábamos preparándonos para una actividad recreativa en el lago donde estaríamos todos los campistas.

—Espera... ¿Qué es eso? —me congelé al notar que Liz se acercaba, tomándome por el mentón para ladear mi cabeza y echarle una mirada a mi cuello. Mierda —¿Son... chupones? ¿Te tiraste a Bill?

𝙰́𝙲𝙸𝙳𝙾 (+18) 𝗧𝗼𝗺 𝗞𝗮𝘂𝗹𝗶𝘁𝘇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora