Capítulo 9.

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Día cinco: Miércoles.

Me sentía un poco tonta por haberle soltado ese comentario a Fiorella hace un rato. Sabía que probablemente le había afectado enterarse que Tom y la chica estaban besándose en los baños, era más que obvia la atracción que ella sentía por él y por más que no lo entendiera, eso no me daba el derecho a ser una perra sin sentimientos con la chica que comenzaba a ser mi amiga.

Me asomé en la cabaña poco después de haber estado con Bill en la biblioteca. Liz y Fiorella conversaban en la cama y cuando entré, las dos me miraron.

—Supongo que vienes a disculparte —habló Liz con una expresión seria, mirándome de pies a cabeza mientras rodé los ojos, pero tenía razón.

—Acertaste —dije mirando a la castaña, quién permanecía tranquila.

—Sé que no es tu culpa que Tom sea así...

—¿Entonces sí te gusta? —pregunté acercándome lo suficiente como para sentarme en la cama de al lado. Fiorella bajó la mirada y asintió, como si le avergonzara decirlo. Yo la entendía, también me daría vergüenza.

— De todos modos, sé que no fue tu culpa. Es solo que... me pilló desprevenida —continuó diciendo mientras Liz se sentaba a su lado, acariciándole el cabello en un intento por consolarla.

—Sé que no debí decírtelo de esa forma y no estoy segura si esto te hará sentir mejor... Pero nos invitaron al bosque esta noche.

Las dos me miraron sorprendidas, sobretodo Fiorella.

—¿Qué estás diciendo?—soltó Liz.

—Lo que oíste. Bill, Tom, Gustav y Georg quieren que los acompañemos al bosque hoy en la noche —me levanté rápido, yendo hacia donde guardaba mi ropa para comenzar a buscar una tenida apropiada —. Al parecer hay una famosa casa embrujada por aquí cerca y los chicos quieren encontrarla.

—¿Y quieren ir con... nosotras? — preguntó Fiorella algo extrañada. Me volteé a mirarla y asentí.

—Puede ser una oportunidad para que te acerques al tonto de Tom ¿No crees? Ya les dije que sí iríamos, así que no pueden arrepentirse. Tómalo como mi manera de disculparme.

Fiorella se puso de pie, caminó hasta donde estaba y me rodeó con sus brazos. No dudé en hacer lo mismo mientras la pelirroja gruñona nos miraba sonriendo.

—Gracias, Julie. Aunque no tienes idea de lo asustadiza que soy.

—Tendrás al idiota de rastas para protegerte —soltó Liz. Las tres nos reímos a la vez.


(...)

Madrugada del día seis: Jueves.

 Sabíamos que no sería fácil salir de la cabaña sin despertar a Rubí, pero fue Liz quién tuvo la loca idea de darle una pastilla para dormir que robó hace unos días de la enfermería. No fue tan difícil, ella bebía un vaso de agua al despertar y al irse a la cama. Liz trituró la pastilla hasta hacerla polvo y la puso en su vaso, ocasionando que Rubí cayera dormida un par de minutos después.

Esa noche habíamos hecho muchas cosas ilegales. Si nos descubrían, estaríamos en problemas.

Quedamos con Bill de vernos en el inicio del bosque, en la zona de Paintball, ellos llevarían las linternas y nuestra tarea consistía netamente en conseguir el mapa, el cual había sacado de la biblioteca minutos después de haber hablado con Bill. Teníamos todo listo.

—Procura no pisar las putas hojas —me regañó Liz en un susurro, tuve que cubrirme la boca para no echarme a reír allí mismo mientras cruzábamos las demás cabañas. Saliendo del tramo de las habitaciones, el campamento parecía estar en completa oscuridad.

𝙰́𝙲𝙸𝙳𝙾 (+18) 𝗧𝗼𝗺 𝗞𝗮𝘂𝗹𝗶𝘁𝘇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora