Capítulo 7.

1.1K 59 3
                                    

Día 3: Lunes.

— Asegúrense de llevar todo lo necesario ya que regresaremos en dos días.

La supervisora Cindy estaba parada en el umbral de la puerta de la habitación de chicas, apoyada en el marco mientras nos observaba preparar el equipaje.

— ¿Y dónde nos ducharemos? ¿Dónde iremos al baño? —preguntó Rubí con el entrecejo fruncido, hasta el momento parecía ser la enemiga número uno de los campamentos.

— Tendremos paradas específicas, Rubí. El bosque ha sido modificado y cada ciertos tramos nos encontraremos con baños aptos para ducharse. ¿Bueno? Solo el grupo rojo y verde se irán de excursión esta vez, cuando regresemos, será el turno de los demás grupos...

—¿Y qué pasa si no quiero ir? —siguió hablando la rubia mientras Fiorella, Liz y yo empacábamos. Las tres cruzamos miradas al oírla, sin decir nada.

—Pues puedes quedarte, claro. Pero te recomiendo que nos acompañes ya que es una muy buena oportunidad para salir de la rutina ¿A quién no le gusta dormir al aire libre y contar historias de terror en las fogatas? ¡Anímate, Rubí! 

Casi le hablo a la supervisora para decirle que no le insistiera, que sería mucho mejor si ella se quedaba y dejaba de molestar hablando del pene de Tom cada dos segundos. Qué rubia tan insoportable.

Grité de frustración en mi interior cuando oí el 'está bien, sí iré', metiendo una de mis camisetas con algo de fuerza al bolso, ganándome la atención de todo el cuarto. 


(...)


— Nos iremos en una excursión de dos días, tenemos mucho terreno por recorrer así que debemos salir desde ahora —habló la supervisora Cindy parada delante de nuestro grupo—. Movernos todos juntos, mantener el ritmo y que ninguno se quede atrás.

—¿Quedó claro? — Preguntó el supervisor Bred, tutor del grupo verde. Los dos estarían a cargo de ambos grupos.

Se escuchó un 'sí' al unísono por parte de los campistas. Bill estaba parado junto a Tom más allá, al parecer poco a poco estaban olvidando sus diferencias y, recordando la conversación del día anterior con el pelinegro, me alegraba. Se notaba que se tenían mucho cariño, o al menos era lo que yo había notado por parte de Bill. 

Nuestras miradas se cruzaron por unos segundos, provocando que el chico me sonriera y automáticamente le devolví la sonrisa. Era algo que no podía evitar y tampoco quería hacerlo. Sentía que con Bill no debía tener cuidado, que podía dejarme llevar por mis emociones y, por alguna razón, presentía que él sabría cómo sobrellevarlas. Que hasta mis sentimientos cuidaría. Suspiré.

Claro, la sensación de comodidad no tardó en desaparecer cuando desvié sutilmente mi mirada hacia su lado. Tom me miraba fijamente con una expresión que se me hizo difícil de descifrar y mi sonrisa se desvaneció. Él pareció notarlo, puesto que de inmediato miró hacia otro lado con la mirada seria, sin demostrar mucho. Me seguía pareciendo un chico muy raro, aunque sin intención, recordé la situación que había pasado en la cena, cuando nos sonreímos como estúpidos. Me mordí el labio con molestia, regañándome mentalmente por haberle regalado una sonrisa al de rastas. Él no merecía nada de eso, no después de cómo me había tratado.

La primera hora de caminata estuvo tranquila, iba junto a Liz y Fiorella y el camino era fácil de llevar. A penas eran las diez de la mañana y el calor no se sentía tan pesado debido a los árboles del bosque. Nos deteníamos cada cierto tiempo a beber agua, a comentar un par de cosas y a seguir los tontos juegos de los guías. No me iba quejar diciendo que odiaba caminar, porque extrañamente ya le había agarrado el gusto, así que bufé cuando nos detuvimos otra vez, aunque no evité sonreír al ver la razón.

𝙰́𝙲𝙸𝙳𝙾 (+18) 𝗧𝗼𝗺 𝗞𝗮𝘂𝗹𝗶𝘁𝘇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora