Capítulo 25.

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Lo que pasó  con Bill se había quedado dando vueltas en mi cabeza. ¿De verdad él se acercaba a mí a propósito cuando Tom estaba cerca? ¿Lo hacía para ponerlo celoso? ¿Para provocarlo? Pensaba en tantas cosas, en que quizás sospechaba algo, quizás había visto u oído algo. No lo sabía con exactitud, pero la idea de que Bill supiera toda la mierda que pasaba con su hermano me revolvía el estómago. Esa misma noche me dispuse a terminar con todo, a cerrar el tema y olvidarlo de una vez, a que las sonrisas tontas y las miradas coquetas de Tom se terminaran. Que el único con quien quería estar realmente, era Bill.

Como si se estuviera haciendo costumbre, me quedé medio escondida junto a la cabaña de Tom y los  demás,  asegurándome de que Bill permaneciera en la nuestra, donde al parecer la mayoría de campistas estaba por irse a dormir; excepto yo.

Tom no tardó en aparecer, sabía lo impuntual que era, se iba a la cama cuando quería y se levantaba cuando se le diera la gana. Quizás ya era parte de su esencia y no se podía cambiar. El  señor Kaulitz quedaría decepcionado al ver que el campamento no cambió el comportamiento de su hijo revoltoso.

—Tom —lo llamé en voz baja y casi temblorosa, como si interactuar con él ya fuera algo completamente prohibido para mí.

Tom se detuvo en las escalerillas de su cabaña, volteando a verme con el ceño fruncido.

—¿Qué quieres?  —preguntó con ese tono malhumorado de antes, ese por el cual creí  que hasta incluso había llegado a odiarme.

Tragué saliva y miré hacia abajo un tanto avergonzada.

—Acércate,  no voy a gritarte esto —me crucé de brazos y levanté la mirada al fin, pero Tom caminó apenas un par de pasos, manteniendo la distancia.

—¿Qué mierda quieres, Juliette?— otra vez hablando así, como si le asqueara tenerme cerca.  ¿Tan así era? No era necesario volver a odiarme, según yo.

—Estas así por lo de la tarde ¿No? —solté sin poder evitarlo, a lo que Tom solo rio de manera irónica.

—¿Eso vas a decirme? ¿En serio? 

Negué rápido, deshaciendo el agarre de mis brazos para avanzar hasta quedar más cerca, queriendo que solo él me escuchara.

—Lamento ser una idiota poco clara, pero... Yo quiero a tu hermano. Quiero estar con él — en todo momento mantuve la mirada baja, como si me costara más de la cuenta mirarlo a los ojos mientras hablaba —. Lo que pasó entre los dos... debemos olvidarlo. 

Cuando pude mirar su rostro, noté que su expresión se había suavizado, que me miraba con dificultad, como si mis palabras le fueran difíciles de procesar.

—Juliette, yo...

—También sabes que es lo mejor para todos ¿Cierto? Que es lo que debemos hacer.

—No seas idiota, no es lo que debemos hacer. Es lo que nos deja bien delante de la gente ¿No?

—Tom... Ninguno de los dos quiere que tu hermano salga herido —suspiré—. Y tú estás lastimando a la rubia tonta. 

—Yo no quiero a Rubí. Ni siquiera quería besarla. No quiero besar a nadie más, Julie. Yo... —jugó con su piercing, manteniendo la mirada baja —. Yo no quiero besar a nadie que no seas tú. Yo...

—Tom, por favor —intenté callarlo, pero él negó con la cabeza.

—Yo siento algo cada vez que te miro, cada vez que me hablas.

—Tom...

—Cada maldita vez que te cruzas por mi camino de la mano de Bill, se siente como una puñalada. Porque es mi hermano, mierda. Es mi puto hermano.

𝙰́𝙲𝙸𝙳𝙾 (+18) 𝗧𝗼𝗺 𝗞𝗮𝘂𝗹𝗶𝘁𝘇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora