Capítulo 8.

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Día cuatro: Martes.

Eran casi las ocho de la noche, nos encontrábamos en la hora libre donde estaba permitido el uso de celulares. Bill y Tom permanecían sentados junto a las fogatas conversando y usando el móvil mientras se les unía Georg y Gustav.

Los miraba desde una de las mesas de camping acompañada de Fiorella y Liz, las cuales también parecían estar pegadas a la pantalla. Bufé en voz alta y me dejé caer sobre la mesa, escondiendo mi rostro entre mis manos.

—Anímate, bestia. Hoy es noche de fogata—me dijo la pelirroja sentada a mi lado, haciéndome levantar la cabeza para toparme  de frente con la cámara de su celular. Nos había tomado una selfie.

Le di un golpe suavecito en la pierna, dejándole claro que no me gustaban esas cosas.

—Casi todas las noches son de fogata —respondí aguafiestas, mirando nuevamente a los chicos más allá. 

—Pero hoy cuenta como actividad —me dijo Fiorella, quién también estaba pendiente de los movimientos del de rastas. Este se levantó de su puesto junto con Bill y caminaron hacia el sector de las cabañas. No dije nada y regresé la vista a la pelirroja, quién parecía estar muy entretenida en Instagram. Hasta que noté el brillo en los ojos de la castaña, Fiorella miraba tras de mí. Pocos minutos pasaron y Tom junto con Bill regresaban. El de rastas llevaba una guitarra acústica en su mano.

—No puede ser... ¿son los típicos que cantan en las fogatas? —se quejó Liz al ver nuestra reacción, dándonos un golpecito en la cabeza a ambas ya que ninguna reaccionaba.

—Mierda, tenemos que ver esto de cerca —les dije poniéndome de pie de las primeras.

La hora del celular pasó, entregaron sus dispositivos electrónicos y los supervisores nos llamaron a las fogatas como actividad recreativa. Saludé a Bill de lejos, con la mano, ganándome el mismo saludo de vuelta junto con una de esas lindas sonrisas de siempre. Me robó un suspiro.

—Tu novio se ve nervioso —me dijo Fiorella cerca del oído.

Por esos segundos pensé en la idea de salir con Bill. ¿Era tan descabellado pensar en él y yo? ¿Era demasiado pronto? Probablemente, pero aquello que sentía en el pecho no había logrado sentirlo con nadie más, nunca. Creía que era algo que debía permitirme sentir.

— Hace poco nos enteramos que dos de sus compañeros son músicos —empezó el supervisor Parker, ocasionando que parte de la multitud ovacionara a los gemelos los cuales se encontraban en el centro de la fogata. Tom llevaba su guitarra y Bill estaba sentado junto a él, al parecer siendo el que cantaría. Por acto de inercia sonreí al verlos tan nerviosos, repitiendo una y otra vez en mi cabeza que todo saldría bien. Odiaba pensar en la idea de ver a idiotas burlarse de Bill—. Entonces, ellos quisieron darnos una demostración esta noche. ¿Verdad, chicos?

—Fue todo idea de Bill —se le escapó a Tom en voz baja, haciendo reír a un par de chicos y chicas a nuestro alrededor.

Me acomodé en el asiento y mi mirada se topó con Rubí, quién miraba a los gemelos como si quisiera devorarse a los dos. Cómo la detestaba.

—Bueno, es cierto. Nosotros... tenemos ese sueño tonto de convertirnos en estrellas de rock —habló Bill con la voz un tanto nerviosa —. Y esta es una de las canciones que compusimos juntos hace muy poco. Es solo para... alegrarles la noche y darles a conocer algo que realmente nos gusta, que es la música.


Se escucharon unos cuantos aplausos más, me mordí el labio con nerviosismo y me concentré en Bill, quién se aclaró la garganta cuanto Tom comenzó a tocar:

𝙰́𝙲𝙸𝙳𝙾 (+18) 𝗧𝗼𝗺 𝗞𝗮𝘂𝗹𝗶𝘁𝘇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora