NARRA PEDRI
La amaba.
Caminaba delante de mi, por el estrecho pasillo del hotel, tirando de mi mano.
Su pelo rubio caía con suavidad por su espalda desde la coleta totalmente lisa.
Sus caderas se movían como un balanceo con cada paso que daba.
Se giró para mirarme, con una sonrisa.
No sabía si estaba en el cielo, si ella era un ángel que me habían enviado para mi.
- ¿Qué me miras? -preguntó con su voz dulce, las mejillas sonrojadas.
- Nada. -contesté de inmediato.
A ella.
Siempre la miraba a ella.
No había nada más que quisiera mirar más allá de ella.
No sabía que nos iba a deparar el futuro.
Si viviríamos en Barcelona.
En Tenerife.
En Nueva York.
Si tendríamos una niña.
Un niño.
Nada de eso me importaba si ella estaba a mi lado.
Habíamos decidido hacer la boda el mes que viene.
En Tenerfie.
Pero esta vez más tranquila.
Solo nuestra.
Entramos en la habitación y me movió hasta una de las sillas, me senté, admirándola.
Estaba ido con lo guapa que estaba esa noche.
Habíamos bebido y bailado toda la noche sin despegarnos y estaba absorto.
Lleno de ella y aún quería más.
Sentado en la silla, me aflojé la corbata y los primeros botones de la camisa.
Ella estaba delante de mi, bajando con suavidad la cremallera del vestido azul noche.
Lo dejó caer hasta sus pies, creando un charco a sus pies de ese color.
Solo llevaba un pequeño tanga de encaje blanco.
No dejaba nada a la imaginación.
Se soltó la coleta y el pelo le cayó revuelto por los hombros y acarició sus pechos.
Joder.
Necesitaba tocarla.
- ¿Vamos a por ese bebé, love? -murmuró caminando hacia mi.
No dudé.
Mi cabeza se despejó por completo y me levanté, me quité la ropa y la dejé entre nuestros pies, al igual que había hecho ella.
Quedé completamente desnudo ante ella.
Y aun así me intimidaba su belleza.
Rompí la distancia que nos separaba y la levanté, enredó sus piernas en mi cintura y mi longitud se posó contra la fina tela de su ropa interior.
Maddy gimió.
Caminé con ella hasta la cama y la tumbé con cuidado.
Me entretuve besando sus piernas, subiendo por su estómago y sus pechos, quedándome un rato ahí, succionando y mordisqueando sus pezones, mientras ella se retorcía debajo de mi, entre gemidos y jadeos.
Tenía sus manos sobre su cabeza, las mías sobre las suyas para que no se moviese.
Movió las caderas, empujando mi erección.
Me necesitaba al igual que la necesitaba yo a ella y eso me volvía completamente loco.
Era suyo.
Y ella era mía.
Bajé con lentitud su ropa interior, pasándola por sus piernas y tirándola al suelo junto a la cama.
Abrí sus piernas, su centro estaba empapado y listo para mi.
Me agaché un segundo para darle un lametón que la hizo dar un grito ahogado.
Sonreí.
- ¿Todo bien, amor? -pregunté mirándola desde arriba.
- Cabrón. -murmuró, las mejillas ardiendo rojas.
Me coloqué entre sus piernas y las abrí más, colocando mi erección contra ella.
Sentirla sin condón era algo que no esperaba que se sintiera tan bien.
Suave.
Cálida.
Estrecha.
Mía.
Joder.
- Joder, Maddy. -gruñí cuando me deslicé perfectamente dentro de ella.
Ella jadeó, aferrándose a la cama.
Levanté un poco sus caderas y empecé a moverme.
Más y más rápido.
Más y más duro.
Ella jadeaba, gritaba mi nombre.
Y yo perdía el control cada vez más, con cada gemido y cada embestida.
Era una maldita reina, en todos los aspectos.
Sus pechos rebotaban y mi mirada no podía despegarse de ellos de ninguna forma.
La moví, necesitaba darle más rápido y duro, no iba a aguantar mucho más.
La giré, levantándola un poco, dejándola con las rodillas y las manos en el colchón.
Su trasero quedó a mi vista, su centro abierto para mi.
La penetré desde atrás de nuevo.
Ella gritó.
Joder.
El puto paraíso.
Ver como su trasero golpeaba contra mis caderas con cada embestida era demasiado para mi y no aguanté.
- Maddy.. -jadeé, intentando mantener el ritmo lo máximo que pude.
Ella soltó un gritito y sus paredes se cerraron, rodeando mi erección con tanta fuerza que no aguanté más y me corrí, llenándola por completo.
Ella jadeó y su cuerpo cayó hacia delante, conmigo encima.
Nos quedamos así unos segundos.
Nuestras respiraciones eran lo único que se escuchaba en la habitación.
El tráfico fuera.
Salí de ella unos minutos después, viendo como su centro estaba empapado no solo por su culpa sino por la mía.
Menuda imagen más preciosa.
Joder.
Me tumbé a su lado y nos tapé con la manta.
Maddy apenas mantenía los ojos abiertos, pero se acurrucó contra mi, dibujando círculos y estrellas en mi pecho.
- Me gustan los nombres de Adrián o Judith. -murmuró.
- Adrián González Kiemeney. -murmuré y ella sonrió contra mi pecho.
- Judith González Kiemeney. -murmuró ella y yo la apreté contra mi.
- Te quiero mucho, Maddy. -aseguré, besando su cabeza.
- Te quiero, love. -susurró ella y vi como los ojos se le cerraban por completo.
Mi mujer.
Mi chica.
Mi todo.
Mi chica de hielo.
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DOS CAPITULOS QUEDAN AAAAAAAAAAAAA
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Strangers +18 - Pedri González
FanfictionMaddy, la hermana de Mikky y cuñada de Frenkie se muda a Barcelona después del desastroso final en su última pasarela en Nueva York. Personas nuevas, mundo nuevo. Un extraño que no sabe servir una cerveza, de ojos marrones y con acento canario puede...