Capítulo 1. Se llamará Diana.

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Pese a que la elección del diamante de la temporada empezó a ser tradición desde el reinado del Rey Jorge III y la reina Charlotte, desde tiempo inmemoriales la nobleza británica se ha visto víctima del mercado matrimonial. Mujeres que solamente eran educadas con el único objetivo de ser buenas esposas. Hombres que solamente buscaban la acompañante perfecta para engendrar los herederos de su fortuna.

Tras el invierno, todas las familias de la aristocracia dejan sus residencias de campo atrás y llegan a Londres con el único objetivo de disfrutar de todo el espectáculo matrimonial. La mayoría de las veces el amor es secundario. Priman otros objetivos como asegurar fortunas, acabar con deudas o establecer pactos para conseguir nuevas tierras.

Si esto es normal para cualquier noble, para la Familia Real es algo indispensable y necesario. Los matrimonios reales solamente existen para asegurarse el poder y mantener sus reinados. Gran parte de las veces, las bodas ya están pactadas antes de que los futuros novios nazcan. Sin embargo, en toda familia hay excepciones. Y este es el caso de Henry Dashwood, primo del Rey Jorge III y Duque de Grafton. Pese a las insistencias por parte de toda su familia de la necesidad de casarse para tener un heredero, el duque siempre se había negado. Él siempre se definía como un romántico y solamente aceptaría casarse por amor, y que éste fuera correspondido.

Para desgracia de la Familia Real, el Duque de Grafton fue protagonista de varios escándalos en su juventud y era conocido por toda la sociedad que poseía varias amantes. Sin embargo, el destino hizo que se encontrara con la mujer de su vida: Sarah Evans, una cantante de la Ópera de Londres. Al principio, solamente eran meros encuentros donde ambos disfrutaban. No obstante, pasado el tiempo ambos se enamoraron perdidamente.

Ante eso, el Duque de Grafton pidió una audiencia con su primo el Rey Jorge III para que le permitiera contraer matrimonio con la cantante. A pesar de las insistencias y de intentar demostrarle que era la mujer de su vida, el Rey no aceptó esa unión. Sería un gran escándalo que un miembro de la Familia Real contrajera matrimonio con alguien que no perteneciera a la nobleza, y más si era una artista.

A pesar de todo esto, Henry Dashwood no se dio por vencido. Convenció a Sarah Evans para que se fuera a vivir con él a su residencia de campo: Euston Hall. Durante varios meses la pareja fue muy feliz sin tener que esconderse de la nobleza británica para disfrutar de su amor.

A raiz de eso, Sarah se quedó embarazada. En principio, se podría ver como un problema debido a que no estaban casados y pertenecían a clases sociales distintas, pero la pareja estaba totalmente feliz cuando se enteraron. No obstante, durante los últimos meses de embarazo, Sarah empezó a tener muchas complicaciones por lo que tuvo que guardar mucho reposo.

Cuando llegó el día del parto, el duque se encontraba muy nervioso y emocionado. No paraba de dar vueltas por todo el pasillo a la espera de que el médico saliera del dormitorio y le comunicara el estado de la madre y el sexo del bebé.

Tras varias horas, el doctor finalmente salió para comunicarle como había ido todo. Estaba muy serio y triste. El duque rápidamente se acercó al doctor.

-¿Qué es? -Preguntó nervioso.

-Es una niña, señor. -Respondió muy serio el doctor.

Henry Dashwood gritó de felicidad. Le daba igual que no fuera un varón, como siempre se espera entre la nobleza. Por fin era padre y con la mujer que realmente amaba.

-¿Cómo está la niña? -Volvió a preguntar.

-Bien, está completamente sana. -Siguió explicando el doctor.

-¿Y Sarah? -Cuestionó el lord muy emocionado.

El médico respiró profundamente y le miró muy fijamente. -Lord Dashwood... -Empezó a decir muy serio. -La señorita Evans ha fallecido.

APPEARANCES || BENEDICT BRIDGERTON ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora