Drix
El calor que percibía de esta pequeña testaruda junto al acelerado golpeteo de su corazón, igual de ruidoso que ella, me impedían dejar la cercanía de su suave cuerpo, de esa calidez que emana su especie de por sí, pero que ella tiene algo más que me hace desear permanecer en su toque por un tiempo prolongado antes de regresar a mi frío tacto. Aquella sensación estaba yendo por un rumbo peligroso, uno que he estado evitando y ya tengo por entendido que es inútil ignorarlo, quería sentirla más y la suavidad en el interior de su boca no me llenaba por completo.
Mi mente quedó en blanco. No... más bien se llenó de una sola cosa que impedía el traspaso de otras en este instante, se llenó por completo de su existencia. Existencia a la que quería desafiar hasta hacerla mía y volverme suyo. El enfado de todo lo que había revelado y se había desmoronado en lo que conocía se hicieron a un lado ante el deseo que tenía por esta humana, mi presa, un sentimiento dulce se apresuró en atormentarme al saber que fue ella quien inició este acercamiento. Fue decisión suya entregarse a mí por completo.
—Quiero tenerte, quiero que seas mía, quiero volver a escuchar salir de tus suaves labios que eres mi presa, Lizzie.
Siseo su nombre con urgencia y un poco de dificultad por la forma en que se pronuncia, pero sé que le gusta por el estremecimiento instantáneo que tuvieron sus pequeñas extremidades al oírme decirlo. Paseo mi lengua por todo su cuello, puedo sentir su pulso cada que la punta de mis colmillos deja suaves marcas rosadas en su piel para luego desaparecer, y abre camino levantando su cabeza para que continúe. Suelta pequeños suspiros al aire que ahora parece haberse silenciado para permitirme oírla solo a ella.
—Estás loco, aún no te perdono, te odio tanto como tú me odias a mí porque desestabilizas lo que ya debo saber y... —jadea, sus manos tocaron mi pecho y abdomen que hasta el agarre con sus desafiladas uñas me hacen temblar de la anticipación.
—Me deseas tanto como yo te deseo a ti, Lizzie, y esa atracción entre nosotros es lo que nos hace pelear por quién domina a quién. Si no es así, dime por qué acabas de iniciar esto.
Empiezo a decir lo que tenía más que claro al fin.
No iba a dejarla escapar esta vez, quería persuadirla y que también me dijera lo que ambos sabemos, no es justo que solo yo haya descargado todo y una de mis cualidades no es ser piadoso, no en estos casos en los que he fijado un objetivo. Ahora mismo estoy fuera de todo lo que era antes y quiero más que nada llevarla al mismo borde del acantilado en el que esta pequeña humana me puso, anhelo oírla suspirar mi nombre de la forma en que internamente sé que ella quiere que la lleve a hacerlo.
—Entonces, dime Lizzie —jugueteo con un pequeño mordisco su oreja y fijo mis ojos en los de ella, tan brillantes y distintos a los míos que solo puedo pensar que también me pertenecen— ¿Me odias tanto por desearme? O simplemente me odias porque no entiendes lo que sientes.
—¡Ja! —exclama colocando sus manos en mi pecho para alejarnos sin mucha fuerza de por medio, pero de todas formas me mantengo firme— Ni siquiera sé por qué hice esto y... no quiero saberlo. Y... y lo mismo puedo preguntarte, siempre estás diciendo que soy irritante nada más porque no me doblego a tus caprichos como elegir por tu cuenta que yo soy tu presa sin mi consentimiento.
—Eres terriblemente irritante, sí —la acerco más a mí hasta sentir su aliento—. Irritante y testaruda por no aceptar lo que yo puedo oler marcado por la naturaleza de mi mundo, me irritas hasta el punto de hacerme cambiar lo que soy en pensamiento y acción —me acerco a su cuello y aspiro esa dulce fragancia que emana de su piel—. Te deseo Lizzie, deseo saborear cada parte de mi presa.
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Renacidos en Orlox
FantasíaVarada en un planeta desconocido, infestado con bestias de todo tipo, sin esperanzas y con todos los planes estropeados para sobrevivir. Y, entre esas criaturas, está un Naga... Un hombre mitad serpiente como en la mitología o cualquier fantasía que...