Capítulo 61

2.4K 264 13
                                    

Kaie

Sylmoths...

Nada funcionaba. Cada intento de liberarnos solo hacía que las enredaderas apretaran más, y las espinas se hundían en nuestra piel, drenando cada vez más sangre. Al final, dejamos de luchar. Mantenernos quietos era lo único que podíamos hacer para no empeorar las cosas. No podíamos darnos el lujo de perder más fuerza. Teníamos que conservar energía para cuando lográramos salir de aquí.

No sabía cómo lo haríamos, pero tenía claro que saldríamos de esta trampa. Y cuando lo hiciéramos, me encargaría de que el traidor de Dacaeh pagara. La partida de mi presa seguía atormentándome. No pude detenerla cuando escapó una vez más de mis brazos en medio de la noche. Sabía lo peligrosa que era esa oscuridad para los suyos, pero confiaba en su fortaleza. Quería creer que mi Gwen había llegado al Este sana y salva.

Mi inutilidad se hace más evidente con cada segundo que paso lejos de ella, atrapado sin salida en estas malditas enredaderas. Se refleja en cómo estoy ahora: inmóvil, consumido por la frustración, mientras mi enojo crece sin medida, dirigido no solo al mundo, sino también a mí mismo.

No puedo perdonarme haberla perdido otra vez, no cuando estaba tan cerca de mantenerla entre mis brazos. No puedo perdonarme haber fallado en mi promesa de estar siempre para ella. Y, peor aún, temo que las palabras que solía decir, esas sobre confiar en su seguridad conmigo, ahora pierdan su significado.

—Irum, Kaie, escuchen bien... —la voz de mi hermano rompe el silencio, un susurro tenso que resuena como un grito en esta situación. Está atrapado en medio de nosotros, pero su tono está cargado de todo menos fragilidad—. Nadie aquí cree que podamos salir de estas enredaderas. Esa es nuestra ventaja. Una distracción, unos segundos, es lo único que necesitamos para un último intento.

—¿Y cuál es tu idea? —pregunto sin mirarlo, manteniendo mi atención dispersa para que los Naga del Oeste que nos vigilan sigan enfocados en sus asuntos y no en nosotros—. Nuestros intentos de movernos no han funcionado.

—Eso es porque lo hemos estado haciendo mal. Hay que cambiar el método —responde Drix, sin apartar la vista de nuestro alrededor.

Tiene un plan. Lo sé por la mirada que nos lanza, una mezcla de determinación y certeza que logra infundirme algo de confianza. Drix no deja lugar a dudas, y si hay algo en lo que es excepcional, algo por lo que todos en su clan lo respetan y siguen sin vacilar, es su capacidad para cumplir lo que dice. Una vez que pronuncia una promesa o se impone una orden, nunca falla en llevarla a cabo, sin importar el costo.

—Cuando dé la orden, ambos se contraerán lo más que puedan. Yo me impulsaré hacia adelante, arrastrando las enredaderas con mi cuerpo. La fuerza y la concentración de sangre en un solo punto deberían aflojarlas en los laterales donde están atrapados y podrán salir.

—Pero, segundo pilar, usted no podrá escapar al recibir tal daño... hasta podría perder demasiada sangre —interviene el cazador de su clan, con evidente preocupación.

El peso de esas palabras me golpea de inmediato haciendo doler mis escamas. Drix no planea salir con nosotros. Lo comprendo al instante, y la certeza se siente como un puño apretando mi pecho. Está dispuesto a sacrificarse para que tengamos una oportunidad de escapar.

—Sé el riesgo. La idea es que ustedes salgan de este lugar con los humanos que puedan y se dirijan al Este o a algún sitio seguro, lejos de aquí —responde Drix con esa calma inquebrantable que siempre lo acompaña, como si no estuviera hablando de un plan que pondrá su vida al límite—. Yo encontraré una forma de salir después, pero ustedes tienen que hacerlo ahora.

—¿Y dejarte a tu suerte en esta guarida del enemigo? —replico, más molesto de lo que esperaba. La intensidad de mi propia reacción me sorprende, y a la vez, me desconcierta—. Eres nuestro sucesor. No pienso dejarte atrás.

Renacidos en OrloxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora