Rheia
Controlo mi respiración para no ahogarme en el denso olor a grava y ceniza, que se intensifica mientras más me adentro en estas tierras de fuego. Aún sentía el ardor recorrer cada una de mis escamas mientras el suelo abrasador rozaba mi piel, pero lo ignoré. El regente Ariks me siguió, y acordamos separarnos para ampliar la búsqueda de Shaon y Dacaeh.
Extrañamente, solo me crucé con dos Naga's del Oeste en esta zona. Los derribé aprovechando las llamas a nuestro alrededor, evitando así combates innecesarios que me retrasaran o agravaran mis heridas. Aquel acontecimiento no pasó desapercibido. No había tantos traidores aquí como para justificar una búsqueda desesperada de su falso rey; algo estaba ocurriendo, y aún no lo entendíamos.
Sería ingenuo e irreal asumir que habíamos diezmado a la mayoría de los Naga's que seguían a Dacaeh. Pero encontrar a mi hermano era lo más importante. Si logró atraer a todos los enemigos hasta aquí y aún sigue luchando contra la cabeza principal, no pudo haber caído tan fácilmente. Confío en su fuerza. Shaon no puede haber caído tan pronto. Conozco su carácter, lo terco que puede llegar a ser cuando se propone algo.
Solo cuando crucé un gran espiral de rocas oscuras lo encontré. Su silueta resaltaba entre la penumbra y el resplandor anaranjado del fuego, sus escamas azuladas brillando débilmente en el caos que lo rodeaba. Pero mi breve alivio por hallarlo se desvaneció, dejando solo un escalofrío recorriéndome por completo. Noté tres cosas en rápida sucesión.
Primero, el lugar estaba desolado. No había rastro de Dacaeh, solo las cicatrices de su batalla con Shaon. Segundo, el penetrante olor a sangre que de inmediato cobró sentido al ver el oscuro charco esparciéndose bajo su cuerpo. Y tercero, aquel charco provenía de una herida abierta, la brutal ausencia de su brazo izquierdo arrojado en un borde lejano.
—¡Shaon! —lo llamé, angustiada por su estado, y me incliné rápidamente a su lado, colocando mis manos sobre su rostro y torso para comprobar su respiración.
Sus ojos, aún vívidos, me observaron con una mezcla de atención y temor, bañados de asombro al reconocerme. Sus labios temblaban en un intento fallido de formar palabras. Su cuerpo apenas respondía. Había perdido demasiada sangre durante demasiado tiempo, y las profundas marcas de garras en su hombro desgarrado me dieron la última pieza del rompecabezas.
La parálisis de los pétalos de Mordekben corría por su organismo.
—Tu brazo... —murmuré con un nudo en la garganta, sintiendo un pesar profundo en el pecho al verlo así.
Shaon apenas logró esbozar una leve sonrisa.
—No fui el único... en perder algo en esa pelea —respondió con una pizca de orgullo, como si intentara decirme que no me preocupara.
Pero entonces su mirada se ensombreció, y su sonrisa desapareció. La tensión en el aire se hizo pesada, sofocante.
—Tienes que irte... —jadeó, su respiración acelerándose mientras luchaba por mantener la cabeza erguida. Pero su cuerpo ya no le respondía. En un último esfuerzo antes de ceder por completo a la inconsciencia, murmuró—: Él sabe el paradero de Zikhan.
Me quedo congelada por un instante, procesando lentamente el peligro de sus palabras. Mis manos siguen sobre su rostro, cuido no causarle más dolor con mis garras que no puedo retirar, mi cuerpo no responde del todo. Solo puedo pensar en lo que estoy sintiendo y es que su rostro arde con el calor acumulado por haber estado expuesto demasiado tiempo a las intensas temperaturas de estas tierras.
Espero que lo poco que queda de la frialdad de mis manos alivie, aunque sea un poco, su malestar. No sé qué decir. Solo atraviesa mi mente el hecho de que tengo que sacarlo de aquí. Sin esperar más, lo apoyo en mi hombro y me apresuro a llevarlo fuera de este campo, buscando la salida antes de pensar en cómo alertar a todos sobre la situación.
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Renacidos en Orlox
FantastikVarada en un planeta desconocido, infestado con bestias de todo tipo, sin esperanzas y con todos los planes estropeados para sobrevivir. Y, entre esas criaturas, está un Naga... Un hombre mitad serpiente como en la mitología o cualquier fantasía que...