—Sofi y yo tenemos que hablar contigo.
Mi hermana sonaba seria por teléfono, así que supuse que no era un plan de los suyos para hacer una escapada o vivir alguna nueva experiencia. Cuando intuían que no me iba a sumar a algo, se aliaban para darme todo tipo de argumentos convincentes. Pero el tono de Sole aquel día no reflejaba ese objetivo. Además, pocas veces me llamaba por teléfono. Casi todo me lo decía en persona o vía Whatsapp.
Quedamos en su piso, en San Francisco Javier, una tarde de domingo. Llegué un cuarto de hora tarde y, para mi sorpresa, cuando entré en el apartamento de Sole no solo estaban Sofi y ella. También estaba Víctor. Los tres me dedicaron miradas condescendientes en cuanto entré, así que confirmé que pasaba algo. No saludé siquiera.
—¿Qué pasa? —pregunté, preocupada.
—Siéntate. ¿Quieres beber algo? —dijo Sole.
Aquello me escamó todavía más. Mi hermana nunca era tan detallista y atenta con sus invitados, y menos con aquellos con los que tenía absoluta confianza. Rechacé su ofrecimiento y me senté, mirando alternativamente a los tres.
—A ver, Lola —comenzó Sole. —Lo que te tenemos que decir no es fácil, pero queremos que sepas que estamos aquí para lo que necesites.
Desde el episodio con Óscar, Sole había interiorizado la importancia de cerrar filas en torno a una amiga o familiar. Se esforzaba en mostrar apoyo, pero no me pareció la mejor introducción. Estaba cada vez más nerviosa.
—Mira, el viernes por la noche, unos cuantos terminamos en La Alameda, como ya sabes.
—Sí —asentí.
—Estuvimos en un par de garitos o tres. Sofi y Javi se fueron, pero yo me quedé con Sergio, Ana y Toni, amigos de Javi. A última hora nos cerraron, no teníamos ganas de recogernos y Sergio nos dijo de ir de after a un sitio del polígono Calonge. Condujo Ana, que no había bebido.
Yo asentí, impaciente. No sabía adónde quería llegar Sole.
—Estando allí me encontré a Víctor —prosiguió, mirando a mi primo. —Y... estábamos en la puerta fumando cuando...
Sole se detuvo y suspiró. Mi impaciencia se incrementó.
—¿Cuando qué? —pregunté, en tono seco y apremiante.
—Cuando llegó David en su coche.
Mi hermana volvió a detenerse, y los tres se quedaron mirándome fijamente. Yo volví a mirarlos, escudriñando sus gestos, por si solo leyéndolos podía averiguar algo más de lo que tenían que decirme. No dije nada y esperé, así que Sole continuó.
—David no venía solo. Venía con... con una chavala.
Me quedé callada unos instantes, procesando la información, mientras ellos esperaban atentamente mi reacción.
—¿Qué chavala? —pregunté.
—No sé, yo no la conozco —contestó Sole.
—Yo tampoco sé quién es —intervino Víctor.
—Da igual, quien fuera —siguió Sole. —El caso es que... Nosotros estábamos fuera cuando ellos llegaron. No nos vieron. Aparcaron y se quedaron dentro del coche y, bueno, estaban...
Sole se interrumpió y agachó la cabeza. Me quedé mirándola, esperando que continuase, pero como no lo hizo, fui yo quien dijo:
—¿Se estaban liando?
Víctor y ella se miraron. Mi primo suspiró.
—Peor —dijo mi hermana.
Fruncí el ceño, confusa. Levanté las cejas esperando más información, pero ninguno de los tres dijo nada, así que, de nuevo, fue a mí a la que le tocó aventurar.
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Las rosas de Abril
RomanceLara Martín sabe que su atractivo y su éxito en el tenis mundial siempre han despertado deseo. Ahora sospecha que ha acaparado el interés de una de las estrellas de Hollywood del momento, Harry Cross, aunque no desea hacerse ilusiones con él. Mientr...