Las semanas posteriores a que le contáramos a Lola lo que Víctor y yo habíamos visto, intenté ser siempre agradable con mi hermana. Ella y yo habíamos estado muy unidas desde pequeñas, por la poca diferencia de edad, porque fuimos a los mismos centros educativos hasta terminar el bachillerato y porque compartíamos grupo de amigas. Pero, por algún motivo, tuvimos una evolución diferente. Desde que David se había convertido en el enemigo público número 1, yo tenía claro que la culpa de esas diferencias entre nosotras era suya.
Lola y él se conocieron durante una Feria de Abril de Sevilla, cuando mi hermana estudiaba segundo de carrera. Estaba en la caseta de una de sus mejores amigas de la universidad, Paula, cuando llegó el por entonces novio de esta con unos amigos. Uno de ellos era David. Se fijó en mi hermana porque, según él, era una chica reservada y sensata que fue amable con él en todo momento, no era una de esas creídas egocéntricas. Le estuvo dando palique toda la noche, y Lola, posiblemente, aguantó el tirón por no ser borde. Nunca lo era. El tío le pidió su número de teléfono y le estuvo enviando mensajes de texto ñoñas a todas horas durante días, hasta que Lola cayó en sus redes. Se la veía sonreír con el móvil en la mano y el tío la buscaba allá donde estuviéramos. Hasta que se liaron.
Cuando Lola me daba caña por mi presunto "libertinaje", como ella lo llamaba a veces, yo le decía:
—Lo que no voy a hacer es quedarme con el que primero que venga, como hiciste tú.
David hizo que la evolución personal de mi hermana, como digo, fuera muy diferente a la mía. Él provenía de una familia muy tradicional y comenzó a trabajar en el campo al terminar un ciclo de grado medio que hizo por no escuchar a su madre. Mi cuñado no formaba parte de esos jornaleros instruidos que luchan por sus derechos, sino de los hombres a los que interesa más el estado de una yegua que el de su mujer. Lola decía de él que era rudo, pero Sofi y yo decíamos por detrás de ella que era como un borrico amarrado a la cancela de una casa.
Mi cuñado era machista, intolerante e hipócrita. Se le llenaba la boca con el concepto tradicional de familia y le repugnaba pensar en dos hombres besándose, pero estoy segura de que le fue infiel a mi hermana en más de una ocasión. Supongo que el muy cabrón se sentía con el derecho de pernada. Él, que encontraba cualquier ocasión buena para criticarme, sembrando en la mente de Lola prejuicios hacia mi estilo de vida. Muchas veces, cuando mi hermana hablaba, sentía que lo hacía David por su boca.
El día que le conté a Sofía lo que Víctor y yo habíamos visto, hablamos sobre nuestra relación con Lola. Mi prima y yo teníamos mucha complicidad, a pesar de las obvias diferencias de personalidad, mientras que Lola solía hacer bloque con Lara. Pero esta última no estaba.
—A lo mejor hemos sido un poco duras con Lola a veces —dije a Sofi, con culpa.
—Ya, yo también lo he pensado. Pero mira, me da cosa porque somos dos y ella siempre se queda en minoría. Pero por lo que le digo no, porque ella se explaya también cuando quiere.
—Sí. Pero ella ahora lo va a pasar mal y quiero que nos vea como un apoyo. Que no la juzguemos.
—Eso por supuesto.
—Tú sabes que es posible que no lo deje, ¿verdad? —dije a Sofi.
—Tsss... ¿Cómo no lo va a dejar, después de esto?
—Hay gente a la que le cuesta salir de relaciones tóxicas. Si supieras las cosas que me ha contado Sara de las casos que tratan en el bufete...
—Madre mía —dijo Sofi.
—Si no lo deja, tendremos que vivir con ello. Pero no puedo dejar de hablarle a mi hermana.
—Ya, claro, claro. No tengo ninguna intención de separarme de ella, y menos por culpa de ese cerdo.
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Las rosas de Abril
RomanceLara Martín sabe que su atractivo y su éxito en el tenis mundial siempre han despertado deseo. Ahora sospecha que ha acaparado el interés de una de las estrellas de Hollywood del momento, Harry Cross, aunque no desea hacerse ilusiones con él. Mientr...