Harry (5): Calentón de otoño

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El estreno de Conquering worlds en Los Ángeles fue el primer gran evento al que asistimos Lara y yo y, por lo tanto, la presentación oficial de nuestra relación. Desde las imágenes de Nueva York a la salida del restaurante, los fotógrafos nos persiguieron día y noche. Y allí estábamos el día del estreno, dándoles lo que querían: sobre la alfombra roja y compartiendo sonrisas y miradas de complicidad. Nos convertimos en la pareja de moda, y cada una de nuestras apariciones públicas se analizaba al milímetro. Tanto la prensa como nuestros fans activaron su peculiar medidor del amor para saber si lo nuestro era pura química o solo algo pasajero. Consumían ávidos cualquier foto nuestra, aunque tuviera una calidad ínfima, y luego comentaban cada píxel en redes sociales y foros.

Lara aún tenía que participar en un par de torneos en lo que quedaba de temporada para asegurarse cerrar el año como número 1. Una jugadora australiana se había convertido en una de las grandes revelaciones al ganar varios Premier importantes y otros torneos secundarios, junto a avances significativos en los Grand Slams. No ganó a Lara en Melbourne ni en París, pero sí en New Haven. Mi chica quería evitar que recortara en exceso la distancia entre las dos, pero le bastaba con participar en el Abierto de China y en el Torneo de Maestras de Estambul para asegurarse matemáticamente su liderato.

La acompañé a Pekín junto a su equipo técnico, donde se dio un baño de multitudes. En el aeropuerto fue recibida como una estrella, la flamante ganadora de los cuatro grandes del año. Siempre atendía a sus fans, y aquel día pasó 45 minutos firmando autógrafos y haciéndose fotos con su público. También gritaron mi nombre para que me acercara, pero me limité a saludar desde lejos. Era ella quien debía acaparar el protagonismo.

Para beneplácito de los fans chinos, Lara disputó hasta las semifinales del torneo. No había necesidad de forzar la máquina tras unos meses muy intensos, pero su compromiso con el tenis y con la afición motivaron su avance en el cuadro individual. Fue en Pekín donde pude conocer a muchos de sus compañeros y amigos del mundo del tenis: Roberto López, Martina Rodríguez, Marcos Rovira, Sandra Martines, Juan Carlos Ruiz, etc. Muchos iban acompañados de familiares, y, entre ellos y los equipos técnicos, hacían una piña en la que me incluyeron desde el principio.

Me fascinaba el mundo de Lara y yo me moría por enseñarle el mío. Pocos días después de la vuelta de Pekín, yo debía empezar el rodaje de El druida, una miniserie que me ocuparía hasta diciembre, poco antes de las Navidades. Era una producción británica, pero participar me hacía especial ilusión porque se adentraba en un antiguo Gales místico con cuyas leyendas yo había crecido.

—Es posible que la obra no salga del Reino Unido, pero la productora ha puesto toda la carne en el asador: tiene buenas condiciones, pagan bien y es una manera de meterte a tus paisanos en el bolsillo —me dijo Craig cuando me anunció la oferta.

Durante el mes de octubre tuvimos que conformarnos con las visitas fugaces de Lara a las ciudades cercanas en las que yo rodaba. A finales de mes disputó el Torneo de Maestras, cuya final perdió frente a la rusa Natasha Novikova, a la que sí logró vencer varias veces a lo largo del año. No pudo poner el broche de oro, pero la temporada había sido excepcional y estaba feliz.

Tras unos días en Sevilla, puso rumbo a Reino Unido para pasar tiempo conmigo. Le pedí al equipo que la acreditara para asistir al rodaje, lo que me hacía especial ilusión. En la escena que Lara presenciaría, mi personaje debía defenderse del asedio de un grupo de soldados ingleses con su bastón como única arma, al menos de inicio. El director se había empeñado en rodar la escena en una única toma, lo que entrañaba una increíble dificultad técnica, pero luego quedaría vistoso en pantalla. Los actores teníamos que completar toda una coreografía de movimientos mientras que cámaras, auxiliares y otros técnicos debían ser certeros en la grabación y conservar siempre sus posiciones. Un solo error implicaría empezar de nuevo, lo que conllevaba pérdida de tiempo y de dinero.

Las rosas de AbrilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora