Estaba disfrutando en el rodaje de The Hollands. Me encantaba trabajar con Bobby Martin, el director, del que ya me habían hablado muy bien. Había entrado en el cine hacía una década, por casualidad, tras escribir un guion que cayó en las manos correctas. Trabajó como guionista durante años, hasta que su capacidad resolutiva, sus ideas innovadoras y su liderazgo lo llevaron a la dirección. Esta era su cuarta película, y lograba imprimir su sello por su manera de adentrarse en la psicología de los personajes. Y esta, pese a tratarse de una película de acción, no era menos.
Lamentablemente, algo enturbió un rodaje que iba como la seda en una ciudad que me encantaba, París, y fueron los rumores en torno a mi relación con Noellïe Dubois. Es cierto que a mí me parecía una chica fascinante. A sus 18 años, tan pronto se mostraba madura e interesante como aniñada e ingenua. En cierto modo, me recordaba a Lara. Desarrollamos muy buena relación dentro y fuera del set, pero se ceñía a lo profesional. Nuestra actitud en aquella entrevista se había sacado de contexto por completo, y ahora me preocupaba lo que pensara mi familia. Sobre todo, lo que pensara Lara.
Mi chica y yo hicimos videollamada al día siguiente a la publicación del vídeo y al revuelo que generó en redes sociales. Me alegré de verla, pero su risa no brillaba como de costumbre. Estaba opacada y parecía algo forzada. Ella comenzó preguntándome cómo estaba y hablamos de temas banales, hasta que le pregunté:
—¿Hay algo de lo que quieras que hablemos?
—Pues... En realidad, sí, pero no sé cómo plantearlo sin... Bueno, sin que uno de los dos se sienta incómodo —contestó mi chica.
Me gustó su aproximación. Intuía que podía contar con su empatía.
—¿Qué pensaste cuando viste el vídeo? —le pregunté.
—Pues... Es obvio que os lleváis muy bien —afirmó ella.
—¿Y cómo te sientes al respecto?
—Pues... No lo sé. Supongo que eso depende de cómo te sientas tú respecto a ella.
—Es una compañera de trabajo con la que he conectado y que me despierta cierta ternura. Te aseguro que no hay nada más, Lara.
Mi novia bajó la mirada y se mordió el labio inferior, lo que solía hacer cuando estaba dubitativa. Quise sacudir sus dudas.
—Cariño, ¿tú crees en serio que yo sentiría algo por una niña de 18 años? ¿Teniendo a mi lado a alguien como tú?
Sonrió levemente, pero me seguía pareciendo que había cierto poso de amargura en su gesto.
—Yo creo que, en un momento dado, y a pesar de estar en una relación, se puede conectar mucho con alguien. Sin importar la edad. Hasta el punto de sentir algo. Es lo más normal del mundo, y más en nuestro caso, con lo expuestos que estamos.
—Te aseguro que no siento nada por ella.
—No me importa lo que sientas por ella, Harry. Quiero decir, en el sentido de que no puedes mandar en lo que sientes, pero sí en lo que haces.
—¿Tú me ves capaz de sentir o hacer algo con ella? ¿Con 18 años? ¿Y estando contigo?
—Mira, Harry, está claro que ella te atrae. Y te digo que es normal, que es imposible llevarte toda la vida sintiéndote atraído por una única persona. Ella te fascina, pero confío en ti. Confío en que tomes buenas decisiones y sepas que lo nuestro va más allá de una conexión puntual con alguien en un momento dado. Y, si en algún momento no lo crees así, dímelo, por favor.
—Me alegra saber que confías en mí, pero te repito que no siento nada por ella. Cariño, sin más. Nada comparable a lo que siento por ti. ¿Me crees?
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Las rosas de Abril
RomanceLara Martín sabe que su atractivo y su éxito en el tenis mundial siempre han despertado deseo. Ahora sospecha que ha acaparado el interés de una de las estrellas de Hollywood del momento, Harry Cross, aunque no desea hacerse ilusiones con él. Mientr...