Sofi (9): Sevilla-Madrid (FINAL)

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Durante los meses que Ángeles y yo nos anduvimos escabullendo a rincones de intimidad para disfrutarnos, pensar en ella implicaba sentir deseo. En el día a día, tenía que esforzarme para evitar que su imagen se deslizara a cada recoveco de mi mente, impidiéndome hacer cualquier tarea cotidiana. Pero todo cambió después de aquel encuentro con Julen, su marido. A partir de aquel momento, pensar en ella suponía acordarme también de él, y que algo se me revolviera desde las tripas a la garganta. El recuerdo de aquel encuentro en el ICAS no solo me revolvía las entrañas, sino que me confirmaba que Julen Millán Gil era un sujeto de la peor calaña. Repulsivo, vicioso, dominante y, en definitiva, peligroso.

Guardé las distancias con Ángeles después de aquella noche, por miedo. Dejé de escribirle con tanta frecuencia, y a ella, si le extrañó, no dio visos de preocupación o recelo. Se me pasó por la cabeza que ella estuviera al tanto del desagradable encuentro con Julen, pero no. Ángeles me quería, me lo había dicho. Se había presentado en mi casa después de romper conmigo porque me echaba de menos, y porque por fin estaba dispuesta a asumir lo que sentía. Y era que estaba enamorada, como yo de ella, y no estaba dispuesta a dejarme ir. Yo a ella tampoco.

Así que, unas semanas después de la repugnante proposición de su marido, decidí volver a ponerme en contacto con ella. Según pasaban los días, lo veía más y más claro: Julen estaban intentando separarnos. Se había enterado de que nuestro idilio iba más allá de una simple aventura o de unos cuantos escarceos amorosos, y pensaba que era hora de atar a su mujer en corto. Que toleraría que ella tuviera un juguetito con el que divertirse un rato, nada más, y que haría cualquier cosa por proteger su estatus.

Para la gente así, la institución del matrimonio era sagrada y no solo por lo religioso, sino por la sociedad que conformaban sus miembros. Lo que construyen es mucho más que amor y, de hecho, el amor es lo de menos en esos casos. Lo que importa es el vínculo que se crea entre dos familias, remar en la misma dirección por la prosperidad de su pequeño imperio y luchar para que sus hijos tengan, como mínimo, los mismos privilegios. Es la conciencia de las clases adineradas. Saben a qué mundo pertenecen, se sienten por encima de los demás y están dispuestos a cualquier cosa por mantenerse en la élite.

En algún momento, sentí que era hora de iniciar mi propia cruzada para rescatar a mi preciosa Ángeles de aquel mundo maldito. Comencé con llamadas y mensajes. Nos vimos alguna vez, siempre cuando ella quiso. Le bastaba con decirme día y hora, y yo me presentaba en su casa con la presteza de alguien del servicio, que sabe que será despedido si no lo hace. Cuando me daba largas no era porque no quisiera verme, suponía, porque se moría por hacerlo. Era porque su marido mantenía tensa la cuerda en torno a su cuello.

Estaba tan enfrascada en mi propia historia y en la revista que, sinceramente, me vino mal que Lara y Sole anduvieran tan hundidas por entonces. Veía sus historias mucho menos importantes que la mía, claro. Las suyas eran propias de adolescentes, de la que se enamora del chico guapo superexpuesto que le da boleto en cuanto le sale algo que le conviene más, y la de quien no es capaz de reprimir el deseo. Como si, en lugar de ser una mujer racional, fuera una mona en celo.

Sabía que Sole, especialmente, me necesitaba. Pese a nuestras obvias diferencias de personalidad, ella me consideraba su mejor amiga, igual que al revés. Era de las pocas personas que encajaba mis momentos más mordaces, en los que las palabras me salían lacerantes como fusta. Mi prima, después de todo, no era de las que preferían una caricia en el lomo en lugar de unas verdades dichas al momento justo. Pero, aquellos días, se sentía mal. Y no se merecía que la machacaran más.

Fui a visitarla de vez en cuando, pero no con una preocupación genuina, sino porque me sentía obligada a hacerlo. Estaba escuchando su enésimo lamento cuando salté como una bomba.

Las rosas de AbrilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora