Lara (7): El anillo

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Me quedé con la curiosidad de saber más sobre John Cooper en la noche de la gala de los Oscar. Harry vino a marcar territorio justo cuando me estaba hablando sobre su afición al tenis femenino y confesándome su admiración. Sabía de lo que hablaba y me pareció sincero, no con deseos de molestar a Harry. De hecho, me generó una buena impresión. No poseía la belleza impresionante de mi chico, pero su atractivo era innegable. Además, parecía carismático y divertido.

De vuelta a mi burbuja del tenis, estaba decidida a concentrar toda mi energía en Indian Wells. El inicio de la temporada había resultado decepcionante, y aún me causaba resquemor que España hubiera sido eliminada en Sevilla ante República Checa en la Fed Cup. Fue un shock incluso más difícil de digerir que el del Open de Australia, porque era mi ciudad y estaba ante mi gente.

Cuando Harry me acompañaba, todo resultaba más llevadero. Mi novio se había convertido en un pilar emocional importante, y me ayudaba mucho a digerir las decepciones. Nuestra relación iba maravillosamente, aunque cada vez más notaba que él quería avanzar.

El primer domingo de marzo, ya en Indian Wells, Harry me pidió una cita a solas para cenar. Me parecía un desplante a mi equipo, al que también le apetecía celebrar conmigo mi cumpleaños. ¿No habíamos estado juntos las noches anteriores? Teresa y Marta me animaron:

—Vete con tu novio, mujer. Disfruta de él, que ya mismo se tiene que ir y lo vas a echar de menos —me dijeron. Tenían razón.

Harry me llevó a un restaurante en el que no había estado antes y, para mi sorpresa, había reservado una sala completa para nosotros dos. Aquello me escamó. Afortunadamente, habíamos tenido bastante tiempo para a estar a solas en las últimas semanas, amanecimos juntos aquella misma mañana y había sido el primero en felicitarme la noche anterior. No veía la necesidad de reservar un espacio exclusivo en un lugar público, ni siquiera para alguien tan derrochador como él. A no ser que buscara intimidad por algún motivo que se me escapaba...

Mi intuición era marca de la casa y no me solía fallar. Harry se pasó toda la cena adulándome, hasta que, después del postre, me llevé una sorpresa mayúscula.

—Te sorprenderá que no te haya dado un regalo aún, ¿no? —dijo.

—Mmm... Por lo detallista que eres, quizás. Pero estar cenando contigo me hace feliz, no necesito nada más —dije.

—Eres fantástica, te lo mereces todo y quiero darte algo especial.

Contuve la respiración cuando Harry sacó de un bolsillo una pequeña bolsa blanca y la arrastró sobre el mantel para que pudiera alcanzarla.

—Feliz cumpleaños, cariño. Te quiero y quiero estar siempre contigo —me dijo.

El corazón se me puso a mil y me entraron sudores fríos. Noté la garganta seca y abrí el regalo sin tino, superada por los nervios. Ni siquiera antes de salir a la pista me sentía así.

Abrí la bolsa, introduje la mano y palpé una pequeña caja en el interior. No sonreía como se suele hacer cuando tienes la ilusión de abrir algo para ti sin saber qué es. Estaba seria y cada vez más nerviosa.

Mis temores se materializaron. Abrí la pequeña caja color burdeos y vi un anillo precioso sobre un pequeño cojín de terciopelo. Era de oro blanco con un diamante engarzado. Me llevé una mano a la boca y me quedé mirando la joya sin dar crédito. Estaba sobrepasada por completo, sin saber qué hacer ni qué decir.

—Harry... —balbuceé tras unos instantes, con la respiración agitada.

No me atrevía a mirarlo a la cara, temiendo que viniera hasta mí, al otro lado de la mesa, e hincara la rodilla en el suelo. Me sujeté la cabeza con las manos mientras dejaba la vista puesta en aquella bonita pieza.

Las rosas de AbrilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora