El 29 de agosto tendría lugar el estreno mundial The Hollands en París, la ciudad que había acogido la mayor parte del rodaje de la película. Llevábamos dos semanas de promoción, y aún nos quedaba una más hasta la cita en la capital francesa.
En lo que respecta a toda la producción y lanzamiento de una película, la atención a la prensa era de las cosas que menos disfrutaba. A menudo tenía que emplear horas en contestar las mismas preguntas, y casi prefería que no hubiera sorpresas en la batería. Porque, cuando las había, eran para indagar en mi vida privada o para meterme en algún aprieto relacionado con temas sociales. No siempre salía bien parado de aquellos lances, y me preocupaba decir algo indebido que propiciara la cancelación. Afortunadamente, no pasó. Bastante había tenido ya con la narrativa que montó parte de la prensa y de los seguidores sobre la relación inusualmente estrecha con la coprotagonista, según sus propias interpretaciones.
Quería que Lara me hubiera acompañado a aquel estreno después de todos los rumores acerca de Noellïe. Quería que el mundo viera a mi chica charlando tranquilamente con la joven actriz y se convenciera de que nunca hubo nada entre nosotros. No solo eso. Deseaba pasar con mi novia tanto tiempo como fuera posible, pero su calendario cada vez parecía más copado.
Lara y su equipo quisieron poner el foco en el US Open. Mi chica había desarrollado el deseo obsesivo de alzarse con el trofeo, el último grand slam del año. El año anterior los había conseguido todos, y no quería que aquel pasara sin levantar ningún gran título. Quería prepararse bien entre Montreal, Cincinatti y Connecticut antes de llegar a Nueva York.
Por si el tenis no le ocupara ya bastante tiempo, a finales de agosto mi novia me anunció que se iba a matricular en la carrera de Psicología a través de una universidad de educación a distancia de su país. Yo quería apoyarla y quise esforzarme por parecer alentador, pero me costó entender aquel paso de Lara y afloraban mis inseguridades sobre nuestra relación. Mi chica me había dejado claro que su prioridad era el tenis y que solo pensaba en el presente, pero no parecía tener problemas para involucrarse en nuevos proyectos a largo plazo. Aquello estaba alineado con su interés en el coaching deportivo, y demostraba que Lara sí tenía sueños más allá del tenis y daba pasos para conseguirlos en el futuro. En cambio, seguía sin comprometerse más en nuestra relación.
Me contó sus planes una noche, mientras hacíamos una videollamada. Ella estaba en Cincinatti, y yo en Nueva York, pues al día siguiente sería entrevistado en uno de los shows más importantes del país para hablar sobre la película.
—Ya sabes que la universidad es una de mis asignaturas pendientes, nunca mejor dicho —me dijo, con ilusión.
—Es genial. Seguro que te va muy bien —afirmé.
—Bueno, a ver, voy a probar. Solo voy a coger cuatro asignaturas, dos en el primer cuatrimestre y dos en el segundo. Tengo poco tiempo, como ya sabes.
—Sí. Lo sé. Lo sé —dije, algo apesumbrado.
Lara lo notó.
—¿Te pasa algo? —preguntó.
—No, nada —contesté, aunque sin sonar convincente.
—¿Qué pasa? ¿Es sobre la promoción de la película? ¿Sobre el rodaje de Mark H? ¿Tienes noticias nuevas?
—No, Lara, no es nada de eso.
—Entonces, ¿qué es? Dímelo, Harry, por favor.
Respiré hondo, y luego me sinceré con ella.
—Nada es que me preocupa que... Tsss... Vamos a estar mucho tiempo separados, y no quiero que la relación se enfríe.
—Bueno, hasta ahora ha ido bien, ¿no? Estamos bien juntos, no tiene por qué ser diferente. Los proyectos por separado no tienen por qué afectar a nuestra relación.
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Las rosas de Abril
RomanceLara Martín sabe que su atractivo y su éxito en el tenis mundial siempre han despertado deseo. Ahora sospecha que ha acaparado el interés de una de las estrellas de Hollywood del momento, Harry Cross, aunque no desea hacerse ilusiones con él. Mientr...