Capítulo 10: Comida

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(Pov Tom)

-Buenos dias chicos.- dijo a modo de saludo mi hermano cuando llegó a la sala en la que nos daban el desayuno.

-Buenos dias Billy.-le dije mientras me levantaba para darle un abrazo.

-¿Cómo estás hoy Tomy?

-Mejor, gracias.-agradecí.

-No me lo agradezcas, mucho más has hecho tu por mi.

-Que menos.-contesté y finalicé la conversación.

Desayunamos y en el descanso de antes del ensayo me decidí por llamarla. Quería hacerle una sorpresa y por eso le pregunté a que hora salía de clases.

-Romeo.-llamé a mi mánager.-Puedes comprar un ramo de rosas rosas antes de las dos y media porfa?

-Claro, ¿querrás que se las lleve a alguien?.-preguntó.

-No, pero si querría que me llevaras a las dos y media al instituto del pueblo.-le dije.

-Vas a ir a ver a la chica esta, ¿verdad?-me conoce demasiado este hombre.

-Bueno, la intención es sorprenderla y llevármela a comer.-le confesé.

-No hace falta que vayáis a ningun lado, para comer estais vosotros mismos.-dijo el gracioso de Gustav.

-Cállate tío.-seguidamente estallé en carcajadas y todos se sumaron.

Ensayamos lo que quedaba de mañana y cuando Romeo me trajo el ramo, fuimos andando hacia el instituto. Lo que no sabía es que había tanta gente en ese instituto por lo que antes de que me diera cuenta ya tenía a una multitud rodeandome. Menos mal que estaba Romeo conmigo.

Cuando al fin la vi salir y vi su cara de sorpresa, no pude evitar no sentirme feliz, muy feliz.

-¿Qué haces aquí?- perguntó confundida y contenta por el leve sonrojo de sus mejillas.

-Darte una sorpresa, te voy a llevar a comer.-le di el ramo de flores y un breve beso en los labios.-¿Que me dices?

-No perdamos más el tiempo.-dijo alrege.-Pero primero tengo que pasar por mi casa para cambiarme y dejar el ramo.-me comentó.

-Te acompaño.

Se despidió de sus amigas y comenzamos el camino hacia su casa.

-¿Qué tal el día?-le pregunté.

-Quitando el fabuloso examen de sociales, bastante bien.

-Me alegro mucho.-dije sinceramente.

Seguimos caminando hasta llegar a su casa. La primera vez que vine aquí como era de noche no me había fijado en la magnitud que tenía. Debía de ser de mínimo tres plantas y tenía un enorme jardín trasero. La fachada estaba pintada de azul cielo y para poder llegar a la puerta prinicipal habían unas escaleras de mármol.

-Esta es mi casa, ven entra que te la enseño.-me invitó a pasar.

-¿No están tus padres?-pregunté extrañado.

-No llegan hasta tarde, mi hermano mayor está trabajando y el pequeño esta todavía en la escuela.

Pasé a su casa y pude comprobar que el olor que desprendía su casa, era el mismo que tenía ella. Aunque el suyo estaba mezclado con un leve toque de perfume.

-Mira, este es el salón.-señaló a su izquierda.-Y esta la cocina.-señaló a su derecha.

-Son bastante grandes.-dije realmente sorprendido.

-La verdad que si, pero siempre estan vacías, como el resto de mi casa.-añadió tristemente.-Ven que te enseño mi habitación.

Subimos las escaleras que nos llevaban hasta su habitación. Me esperaba que fuese la típica habitación pintada de rosa pero no. Era toda de color blanco con una pared negra llena de posters de series y cantantes.

-Espérame aqui, voy al baño a cambiarme.

Hize lo que me pidió. Me quedé mirando las fotos que tenía colgadas en la pared y de entre algunas un tanto antiguas, había una niña rubia como el sol identica a la niña de los ricitos de oro, con una expresión que le he visto en numerosas ocasiones estos dias. La alegría pura.

Me paré un momento delante de la ventana y vi a la altura en la que nos encontrabamos. Los pisos en esta casa eran muy altos. Esperaba que nunca hubiese pensado en...

-Ya estoy lista.-dijo sorpendiendome.-¿Estás bien?-preguntó confundia al verme tan serio delante de la ventana.

-Si, no es nada.-la abracé. Puso su barbilla en mi pecho para mirarme a la cara.

-¿Seguro?

-Sí, vámos.

Salimos de la casa y la llevé hasta el restaurande donde iriamos a comer. Durante el camino, no pude no mirarla. Se había cambiado el uniforme por unos tejanos ajustados que dejaban todos sus atributos bien marcados con un top de tirantes rojo. También se había recojido el pelo con una pinza. Estaba preciosa.

La llevé a otro restaurante no muy lejos al del otro día, solo que en este son especialistas en hamburguesas vegetarianas.

-¿Es este restaurante?

-Si, ¿has venido alguna vez?.-le pregunté.

-Más de una vez, es mi restaurante de hamburguesas favorito.-me miró y vi que le brillaban los ojos.

Nos sentamos y pedimos lo que queriamos. Ella se pidió una hamburguesa que llevaba queso y huevo a la plancha y yo la misma pero le cambié el huevo por tomate en rodajas.

-¿Cuál es tu color favorito?-preguntó intigada.

-El amarillo, ¿y el tuyo?-respondí.

-Es muy básico, seguro que lo adivinas.

-Pues...-pensé unos instantes.-Te pega el rosa, por eso las rosas rosas, ¿he acertado?

-En absolutamente todo, las rosas rosas también son mis flores favoritas.

-Te pegan mucho, eres muy rosa.-le dije genuinamente.

-¿Soy muy rosa?

-Si, las vribras que das son de color rosa.

-No lo entiendo pero vale.-reímos.

Nos trajeron la comida, comimos y nos peleamos para pagar.

-Que no pagas tú, el otro día ya lo hiciste así que me toca a mi.-me dijo a punto de molestarse.

-Pago yo, yo te he invitado asi que yo pago.-finalicé y pagué.

-Entonces supongo que debo invitarte yo para poder pagar.

-Si te hace ilusión... Pero no te dejaré pagar.

-Ay dios.-suspiró y yo me reí.

Fuimos a dar una vuelta y para cuando estaba atardeciendo, me dijo de ir a un lugar para ver el atardecer. Era un campito en el que habían unas rocas. Nos sentamos encima de las rocas y nos quedamos viendo el atardecer. Bueno, el atardecer lo vio ella. Yo no podia quitarle los ojos de encima. Saqué mi telefono y le hice una foto. Se veía preciosa.

Más tarde de camino a su casa, me pidió el instagram nose para qué. Le di el que le daba a la gente de confianza ya que el otro es el público y ahi no subía nada nunca. Nos seguimos mutuamente y llegamos a su casa.

-Pues ya hemos llegado.-dijo apenada.

-Pues si, ¿te lo has pasado bien?-le pregunté.

-Mucho.-se acercó a mi cuidadosamente como hacía cuando quería que la besara.

Enrolló sus brazos en mi cuello y posé los mios en sus caderas para besarla como había deseado desde que la vi. Fue bastante lento. Nose por cuanto estuvimos así y nos separamos cuando estabamos buscando aire y a ella le comenzaron a doler los gemelos pues estaba de puntillas.

Nos despedimos y me dirijí al hotel. Allí cené con los chicos mientras les explicaba la tarde que había pasado con ella.

¿Seré capaz de no echar demenos esta rutina?

Mi pequeño Rastafari (1ra parte saga pequeños)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora