➤ Epílogo

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"Feliz cumpleaños número setenta y ocho, por cierto".

Habían transcurrido sesenta años desde lo ocurrido.

Emma, ya con setenta y ocho años de edad, descansaba en la camilla del hospital donde había vivido buenos y malos momentos.

Ella observaba la televisión, cuando tres leves golpes sonaron tras la puerta.

-Adelante.

Le habló con dificultad.

-¡Tía!.

Le exclamaron tres de cuatro hijos de Georg y Lily, quienes ya dormían en un ataúd.

-Buenos días chicos. -sonrió ella.

-¿Cómo te has sentido?.

Le cuestionó la más pequeña, aunque muy pequeña no era.

Solo tenía treinta y siete años.

-Muy bien, gracias Maggie. -¿Dónde está Tom?.

-Está...

-¡Es un hijo de perra!.

Le gritó Tom entrando a la habitación.

-¡Baja el tono Tom!. -exclamó Gustav, uno de los chicos. -¿Qué no ves que visitamos a la tía Emma y está conectada a un millón de cables en un hospital?. -lo regañó.

-Lo siento tía. -se disculpó el chico.

-No importa. -la anciana sonrió con ternura.

Cada uno de los hijos de su hermano, obtuvieron el nombre de sus mejores amigos, con los cuales había vivido los mejores días en su adolescencia.

Estaba Bill, Maggie, Gustav y Tom.

-¿Qué dicen si entregamos los regalos a tía Emma?. -habló Maggie. -Feliz cumpleaños número setenta y ocho, por cierto.

-No me lo recuerdes. -cerró los ojos con fuerza la anciana y rió. -Muchas gracias chicos.

-Ten. -dijo Maggie haciéndole entrega de su obsequio.

Luego le siguió Gustav, Bill y por último Tom.

-El tío Bill y yo queríamos obsequiarte ésto juntos, pero, lamentablemente, su hora llegó y solo yo tendré que hacerte entrega de él.

Le dijo Tom extendiendo su brazo con un marco de cabeza en mano.

Emma lo tomó en sus manos el obsequio de Tom y su hermano, ya muerto:

Bill.

Lo giró y se encontró con una linda fotografía de todos juntos cuando tenían de dieciocho a veinte años.

Se centró en el rostro sonriente de Tom, su novio, quien falleció joven.

Se veía tan alegre y vivo.

Quería abrazarle nuevamente y besar tiernamente sus labios como solía hacerlo.

Acercó la fotografía más a sus ojos y logró divisar el café de los ojos de Tom Kaulitz.

Una vez más, se perdió en ellos.

Siempre lo hacía.

-Muchas gracias.

Les dijo la anciana limpiando una de las lágrimas que había caído de sus ojos.

Las horas transcurrieron, hasta que quedó completamente sola junto a los obsequios de sus sobrinos.

Tomó nuevamente la fotografía y acarició la figura de su amado.

¿Por qué debió fallecer tan joven?.

Desde ese entonces ella no volvió a salir con nadie, le extrañaba.

Cada noche, cuando era joven, usaba una de las prendas de ropa pertenecientes a Tom.

-Por siempre y siempre estarán en mi corazón, todos ustedes. -Habló Emma. -Me hacen mucha falta, desearía poder volver a ese tiempo en el que todos estábamos juntos compartiendo como los divertidos y anormales jóvenes que solíamos ser. -Quiero reír con las tonterías de Bill, bromear con Lily, jugar con Gustav, salir con Georg, abrazar a Maggie... -Y por último, sentir los cálidos besos de Tom contra mis labios. -Los amo.

Finalmente pude descansar en paz.

Fín.

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Muchas gracias por leer, de verdad no sabes lo que significa para mi saber si te gustó o no, aprecio tu lectura

𝘀𝗶𝗰𝗸𝗹𝘆 𝘀𝘄𝗲𝗲𝘁 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora