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"¡Le inyectaron algo!".
Estaba en una fiesta con los chicos, hasta que dieron las 10:23 pm y decidí por irme, no quería sexo con alguna de las zorras que se encontraban allí.
-¿Te vas?.
Me interrogó Bill en estado de ebriedad.
-Si, tengo cosas que hacer.
Le respondí.
-Bien, te pierdes a las chicas.
Él rió como estúpido a causa de las bebidas alcohólicas.
-Si, sí... -Lo que digas.
Me retiré.
-Adiós.
Le cerré la puerta.
Comencé a caminar sin rumbo, mirando hacia el cielo y despejando mi mente, pero se desvaneció en el momento en que oí gritar a alguien.
-¡Suéltame!.
Inmediatamente mis oídos reconocieron aquella femenina voz:
Emma.
Aceleré mi paso hasta correr velozmente y logré visualizar un callejón.
Estaba bastante oscuro, pero de allí provenían los gritos.
-Eso es... -Duerme preciosa.
Visualicé a un hombre, acorralando a Emma contra la pared y la tocaba.
No sé como describir este sentimiento, pero me surgió una furia horrible y corrí hacia éste para golpearle con toda mi fuerza su rostro.
-¡Qué hiciste, infeliz!.
Le grité furioso.
-No te metas en esto, idiota. -me golpeó. -¡Lo que hacías se llama abuso sexual!, ¡Imbécil!.
Le golpeé mil y un veces su rostro.
Busqué en mi pantalón y encontré lo que buscaba:
Una navaja.
-Haré algo que jamás olvidaras, inútil...
Agarré su camisa y comencé a deslizar la navaja por su cuello, dejaba de oír su respiración poco a poco, y al momento en que dejó de luchar contra mi y cayó al suelo.
¿Estaba muerto?, no claro que no, es solo una técnica que se aplica con la navaja.
-¿Quieren que ocurra lo mismo con ustedes?.
Observé al otro par de imbéciles contemplando la escena.
-Más vale que corran.
Los fulminé con la mirada y desaparecieron en cuestión de segundos.
Me dirigí a Emma que esperaba sobre el suelo, tenía el ceño fruncido y estaba profundamente dormida, me extrañaba, hace pocos minutos gritaba.