Capítulo 26 -Pasado- (Eva)

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Los días que siguieron al veinticinco fueron días tranquilos, por las noches salíamos al balcón para ver la ciudad y a hablar de todo un poco, llamábamos a mis padres y hablábamos con ellos un poco, también durante el día limpiábamos la casa, salíamos a dar una vuelta o veíamos algo en la tele, pero los besos no podían faltar. No hemos hablado por el momento de lo que somos, pero estoy a gusto. Hoy es treinta y uno de diciembre y solo quedan dos horas para que suenen las campanadas.

— ¿Quieres que vallamos a ver las campanadas al ayuntamiento?

—Vale y si quieres luego damos una vuelta por la ciudad —estábamos cenando —recuerda que hoy era cuando nos quedábamos toda la noche, despiertas —me sonrió.

— ¿Cómo olvidarlo?

—Pensé que lo habrías olvidado.

—No voy a olvidarme —Eva había empezado a comer más y las ojeras ya casi ni se notaban —te quiero.

—Yo también te quiero —dijo antes de meterse una cucharada de sopa en la boca —y mucho.

—Yo más —dije antes de dejar los cubiertos en el mantel.

—No, yo.

—Yo te gano porque soy más alta que tú —dije a modo de burla.

—No es justo —hizo un puchero.

—Tranquila mi pequeña dibujante, lo dejamos en tablas, ¿te parece? —asintió con la cabeza —muy buena la sopa.

— ¿Ya has acabado? ¡Qué rápida!

—Es que me gusta mucho como cocinas —se sonrojó.

— ¡No me digas cosas que hagan, que me sonroje!

— ¿Por qué, no te gusta?

— ¡No, digo sí! No digo que no me guste, pero me da vergüenza que digas cosas bonitas, se me hace raro.

—Pues vas a tener que acostumbrarte, estoy para rato —dije poniendo una mano boca arriba del mantel para que posase su mano en ella —me encantas tal y como eres y si no te gusta como eres voy a estar recordándote todos los días todo lo que me gusta de ti —me miraba, tenía los ojos brillantes y el rostro colorado.

— ¿Qué he hecho para que me quieras? —me miraba tiernamente con cierta sonrisilla asomándose por sus labios— no sé cómo te puedo gustar, si tú eres un mil y yo soy como mucho un uno —miro al plato.

—Me gustas tal y como eres, yo no soy ningún mil y tú no eres ningún uno, tú eres una estrella que brilla sobre las demás del cielo —voy a tener que recordárselo muchas veces para que me crea.

—No soy tanto —volvió a mirarme.

—No te menosprecies — tracé con mi pulgar en su mano pequeños círculos —eres mi estrella y las estrellas brillan mucho aunque tú no lo veas algún día te darás cuenta y yo voy a ser la persona más feliz de la tierra por estar a tu lado —no contesto, volvió a meterse una cucharada de sopa en la boca.

—Te quiero —le cuesta expresarse, esto ya es un gran esfuerzo para ella.

—Yo también te quiero mucho.

No aparte la mano y ella tampoco. Teníamos la música puesta de fondo.

No tardó mucho en acabar de tomarse la sopa.

— ¿Quieres que compremos algo para tomar de postre? —le propuse.

—Si quieres podíamos ir a por unos crepes, si te apetece —me dijo.

Un corazón roto ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora