A los pocos días, Laura preparó la maleta, una bolsa con libros y su portátil y la ingresaron en el hospital.
Yo todos los días al acabar las clases iba con ella al hospital hasta la siguiente mañana que tuviese que ir al instituto.
Dormía junto con Laura, aunque me costaba demasiado conciliar el sueño y acababa en el sofá con una libreta y un lápiz.
Dibujaba a Laura durante horas y horas.
Pude fijarme en que en la punta de la nariz, en medio, tenía una peca y a su alrededor tenía tres que formaban un triángulo, pero eran casi invisibles de ver, pero yo de verla tanto acabé por fijarme en todos y cada uno de los detalles de su rostro.
—Amor, me voy a clase.
—Te quiero —dijo aún un poco medio dormida.
—Y yo —salí por la puerta.
Durante los últimos días había estado dejando de lado mi salud para centrarme en Laura.
La ayudaba a comer cuando debía, la ayudaba en las quimioterapias cuando estaba y la animaba cuando tenía un bajón emocional, y eso me agotaba psicológicamente.
Mis notas en el instituto no bajaron por suerte.
—Amor, piensa en algo que te haga feliz —le dije a la vez que le enseñaba un poco de comida que miraba con repugnancia.
—No tengo que pensármelo, pienso en ti.
—Bien, pues si piensas en mí, piensa que quiero que comas estos trozos de pan tostado, te vendrá bien.
—Pero es que no tengo hambre.
—Si no comes esto, puedes coger anemia y muchas otras enfermedades que no van a aportarte nada para que puedas vivir más.
—No me gusta —miró al pan y luego a mí —pero lo comeré por ti.
—Tú puedes amor —me cogió el trozo de pan tostado y con asco lo empezó a masticar hasta que solo quedo el recuerdo de haber habido un pan.
Me miro durante un rato hasta que me habló.
—Amor, sé que estas últimas semanas no he sido la mejor novia, pero sé qué ha pasado ya un año desde que nos conocemos y quería regalarte algo por soportarme, por quererme, porque te quiero y porque eres lo más importante que tengo.
—No hacía falta amor, de verdad —pero ya tenía una bolsa negra en la mano y en la parte superior tenía un lazo rojo.
—Espero que te guste —me tendió la bolsa.
Poco a poco y con mucho cuidado abrí la bolsa sin romperla.
En su interior me encontré con una caja negra, de nuevo el negro.
Dudosa abrí la caja y di un grito de alegría.
—¡Cariño! —sonreí como una niña pequeña —¡es una corona! —dije a la vez que me ponía la corona en la cabeza y sonreía aún más.
—Si amor, es una corona —Laura me contemplaba feliz.
—Pero yo no soy ninguna princesa.
—¿Y quién ha dicho que tengas que ser mi princesa y no mi reina? —sonrió pícaramente y sentí como las mariposas emprendían el vuelo en mi interior —aún no has mirado debajo del espumillón.
Con muchas dudas me decidí en levantar el espumillón.
—Sé que puede ser demasiado, pero es algo que quería darte. Por dentro tiene grabado dos fechas importantes. El día que te conocí y el día que nos dimos nuestro primer beso dando paso a nuestra relación —me miraba ilusionada, ¡y yo que no me lo podía creer!
—Te amo —la abracé, quería que nuestro abrazo durase mil años, no quería separarme de ella por nada en el mundo.
Poco a poco miré en cuál dedo entraba el anillo hasta que di con el dedo anular de la mano izquierda. Allí dejé el anillo y mi sonrisa de felicidad, seguía sin creérmelo.
—Yo también amor.
Miré el anillo por duodécima vez que llevaba sentada en el sofá.
—Te has gustado, eh —dijo Laura mientras que sus ojos estaban clavos en mí.
Sonreía por verme, sonreírle al anillo.
—Sí, mucho, aunque no sé por qué me has elegido a mí.
—Cariño, te elegiría una y mil veces más —esto último hizo que las mariposas tomasen el vuelo de nuevo, haciendo que agachase la cabeza para volver a mirar el anillo.
—Yo también lo haría, una y mil veces más —Laura bajo de la camilla y cogiendo el gotero se sentó a mi lado. En todo momento no había apartado le vista de mí y yo tampoco, ahora solamente daba vueltas al anillo.
—¿Pasa algo?
—Me duele mucho verte aquí. Sé que fue tu decisión y la respeto ante todo, pero me duele, verte cada día morir, duele mucho, quema aquí —señale donde mi corazón —quema cada vez que entro por la puerta, quema toda la noche cuando estás dormida, quema cuando me voy y temo volver y que ya no estés. Quema demasiado —Laura empezó a llorar —yo quería mucho más tiempo contigo.
—¿Cómo puedes seguir queriéndome? —me pillo de sorpresa la pregunta— ¿Por qué la vida no ha querido que estemos juntas? ¿Por qué la vida no me ha dado más tiempo? —estaba llorando y yo estaba a punto de también llorar — ¿Por qué no podré en un futuro cuando seamos viejecitas levantarme contigo todos los días? ¿Por qué no podré verte todas las mañanas al despertarme? ¿Por qué tiene que ser ahora? —las lágrimas se desbordaban —Yo no quiero morir... Yo quiero quedarme contigo todos los días que quedan por vivir, quiero morir a tu lado de mayores viendo el amanecer. Yo quiero vivir a tu lado, no quiero despedirme ahora, no quiero ser solo un recuerdo, no, yo quiero ser tu vida —llorábamos como las cascadas, como las nubes, con la lluvia —yo quiero una vida contigo, no un tiempo —se limpió una lágrima que caía, pero no tardo mucho en caer otra y otra.
—Cariño —nos abrazamos, yo no quería soltarla, ni ella a mí —la vida es una cabrona —hice que riese un poco, esa risa que daría lo que fuera por meterla en un bote y siempre que me sintiese mal, poder escucharla, pero enseguida volvió la lluvia y con ella la tristeza.
—Te voy a querer hoy, mañana y siempre, no lo dudes —dijo antes de enterrar su rostro en mi cuello.
—Yo también amor, siempre.
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Un corazón roto ✔
Roman d'amour¿Qué pasaría si conocieses a la persona indicada, en el momento adecuado, pero la vida no os diese suficiente tiempo? Eva es una chica con muchos problemas y una visión pesimista de la vida, pero un día todo cambia cuando conoce a Laura, una ch...