Capítulo 67 -Pasado-

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A la mañana siguiente una mujer entro en la habitación, Eva ya se había ido hace un rato.

—Buenos días —dijo la mujer a la vez que se sentaba en el sofá.

—Buenos días, Ana.

—Hoy te acuerdas de mi nombre —dijo con sarcasmo —bien, hoy tenemos que hablar de unas cosas muy importantes.

—Habla.

—Tenemos que hablar de que quieres que pase cuando te vayas.

—¿Ir a dónde? —Laura se hacía la tonta.

—Cuando te vayas al otro lado.

—No lo entiendo, ¿me cambiáis de habitación? —la mujer se impacientó.

—Cuando mueras.

—Ah, vale —a la mujer le extraño la naturalidad con que aceptaba su muerte.

—Bien, pues necesito saber que quieres que pase cuando te llegue el momento.

—¿De qué? —le gustaba molestar a Ana, era un entretenimiento que se había buscado en esos últimos días.

—El momento es cuando hayas muerto —era exasperante para Ana.

—Pues me gustaría escribir unas cartas y cuando muera que las reciban las personas a las que se las he hecho.

—Bien, así se hará. ¿Algo más?

—Sí, quiero que se me facilite el uso de una impresora, tengo que imprimir unas hojas. Una de las cartas tendrá que entregarse con una bolsa, ya le especificaré cuando y a quien, es muy importante.

—Vale, así se hará —se levantó y recogió una bandeja casi intacta de una mesita al lado de la cama de Laura —debes comer.

Laura apartó la vista de aquella mujer y la centró en un parque que se encontraba afuera, estaba desértico, los niños que jugaban allí todas las mañanas deberían estar en clases, al igual que ella.

—Nos vemos Ana.

Ana no dijo nada más y salió de la habitación de Laura un tanto molesta por el comportamiento de Laura.

—Hola de nuevo Ana.

—Hola Laura —descargo una impresora —aquí tienes la impresora y un paquete de hojas, haz lo que te plazca con ellos. La impresora no imprime a color, por si acaso.

—Gracias Ana —le sonrió lo mejor que pudo.

—De nada —la mujer iba a salir, pero se acordó de una cosa —acuérdate que después te toca quimioterapia.

—Si Ana, no se me va a olvidar, si él lo único interesante que hago en mi día —respondió molesta.

Ana no dijo nada más y salió de la habitación para dirigirse a otra.

—Que mal me cae esta tía —susurra Laura cuando Ana sale de la habitación dejándola sola —me toca verla en mis últimos días, qué pereza.

Saca el ordenador de su funda y lo pone encima de sus piernas, al rato consigue sincronizar la impresora con su ordenador y empieza a imprimir las cartas junto con más cosas.

Un corazón roto ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora