Capitulo 17

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Lua

En los últimos tres años he espiado a miles de personas. Vigilar se había vuelto cotidiano en mi vida de agente secreta para la CIA. Con la ayuda de Fela, me había convertido según ella "En una agente de elite sin necesidad de ir a la academia". Siempre supuse que aquello era un halago.

Pero ahora ya no soy más una agente secreta. Siempre había sentido cierta tensión entre la CIA y Peter y Fela, lo que no esperaba era que terminara en nuestra expulsión, quitándonos varios privilegios que nos facilitaban las misiones. Cosas que pasan.

Pues ahora yo soy la vigilada. Una semana había pasado desde mi secuestro, y tenía ciertas libertades como para ser una prisionera. Podía pedir para salir una vez al día, tenía dos horas para recorrer la base, ir al baño y comer algo, todo esto siempre y cuando dos guardias me estuvieran vigilando.

Mi plan era esperar, el cual no estaba funcionando. En cualquier momento sabía que Dante vendría a mi celda y me obligaría a reunirme con mi padre, una reunión que no quiero que pase aquí y en cualquier otra dimensión en la que yo existiera.

Suspire, ¿Por qué justamente a mí me tienen que pasar estas cosas? Que mi padre muerto no está muerto, que mi madre tuvo un casi amante, que tengo un hermano mafioso, que Sonia me mira con odio, que me voy a casar, y que estoy secuestrada quien sabe dónde.

Demasiados problemas a resolver. Todo al final se conectaba, mi enciclopedia viviente estaba en lo correcto, puesto que yo también me relaciono con todo.

Soy la tátara nieta del responsable de la teoría, soy la hija del objetivo de la misión, soy la hermana del mafioso que nos hizo la vida imposible y soy la hija del amor fallido de Enrique. Los tres tenían un objetivo diferente: mi padre viajar entre dimensiones, Dante tener el control de la O.I.C.E.M y Enrique vengar a mi madre. Mientras yo era su recurso para llegar a la meta.

Una carrera estaba pasando para decidir el futuro de la organización familiar, y yo era el último obstáculo para alcanzarlo.

Comía mi delicioso bagel mientras me perdía pensando en mis tantos problemas. Estaba sentada en el comedor de la base, el cual era mucho más grande del que estaba en Lisboa.

Tenía a los dos guardias a mis espaldas y estaba sola en la mesa. Con las únicas personas que hablaba eran Sonia, Dante y Enrique. Me interrogaban, pudiendo dejar pasar cuatro horas de interrogatorio, cuatro horas que no llegaban a nada ya que no respondía casi nada.

A veces sentía la inmediata necesidad de hablar con alguien que no me estuviera interrogando. Sin embargo no había alguien predispuesto a aquello.

Cuando termine la bagel vi a lo lejos como se acercaba Madi, quizás por fin iba hablar con alguien más.

Se quedó parado enfrente mío, no dijo nada solo se quedó parado. El me observaba con mucha seriedad, yo lo observaba a él con mucha confusión. Hasta que no aguante y comencé a reírme.

-¿Qué haces?- pregunte, el solo negaba la cabeza. Ahora parecía nervioso, sin embargo intentaba mantener su seriedad.

-¿Por qué tan serio?- seguí preguntándole.

Se mordió los labios y terminó suspirando. –Yo...yo solo quiero hablar contigo- en el fondo Madi seguía siendo un chico de dieciocho años, recordaba cómo fueron mis dieciocho.

Asustada me escape de mi casa, las únicas paredes que conocía. Me abrí al mundo y fue muy difícil, ya no me acuerdo cuantas noches pase frio y hambre en la calle pero logre salir adelante. Me caía y me levantaba, todas aquellas caídas me llevaron hasta este momento.

-¿Extrañes tu hogar?- Madi se sorprendió por mi pregunta. Hace unos años admito que yo te hubiera contestado que no a aquella pregunta, sin embargo ahora si te contestaría sí. Extrañaba los sábados esperando a mi abuela, extrañaba cocinar la cena junto a mi mamá, y extrañaba los waffles de todas las mañanas. Lo que extrañaba era a mi madre, esperaba algún día estar en ese lugar, en el lugar de una madre amorosa.

Cazadores de DimensionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora