• 𝐏𝐄𝐑𝐂𝐘 𝐉𝐀𝐂𝐊𝐒𝐎𝐍
𝐀𝐋𝐄𝐍𝐀 𝐈𝐕𝐀𝐍𝐎𝐕𝐀 viaja al Campamento Mestizo por petición de su madre para alejarse de su pasado y conocer una parte importante de su vida, sin saber lo que ese verano en el campamento le cambiaría tanto su futu...
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Сциллой и Харибдой
▪︎ 𝐄𝐒𝐂𝐈𝐋𝐀 𝐘 𝐂𝐀𝐑𝐈𝐁𝐃𝐈𝐒
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Alena
—Estáis metidos en un lío tremendo —nos dijo Clarisse.
Acabábamos de terminar un pequeño tour por el barco, que habíamos hecho sin ningunas ganas a través de una serie de camarotes sombríos, atestados de marineros muertos. Habíamos visto el depósito de carbón, las calderas y máquinas, que resoplaban y crujían como si estuvieran a punto de explotar. Habíamos visto la cabina del piloto, la santabárbara y las torretas de artillería (los sitios preferidos de Clarisse): dos cañones Dahlgren a babor y estribor, y dos cañones Brooke a proa y popa, todos preparados para disparar bolas de bronce celestial.
Allá donde íbamos, los marineros confederados nos miraban fijamente, con aquellas caras fantasmales y barbudas que relucían bajo sus cráneos. Annabeth les cayó bien en cuanto les dijo que era de Virginia. Al principio también se interesaron por Percy, por el hecho de llamarse Jackson, como el famoso general sudista, pero lo estropeó al decirles que era de Nueva York. Todos se pusieron a silbar y maldecir a los yanquis. Parecieron interesados cuando les dije que era rusa, pero no sabía decir si era por mi nacionalidad o por mi acento. O por mis ojos, que declaraban con poca — por no decir ninguna— discreción quién era mi madre.
Tyson les tenía verdadero pánico. Cuando, al principio del paseo, me preguntó si le podía dar la mano, me giré a ver a Percy con los ojos muy abiertos. Él se encogió de hombros con una sonrisa divertida, pero también tuvo en cuenta que no me gustaba el contacto físico cuando se acercó a mí y susurró que no tenía porqué hacerlo.
De todas maneras, le di la mano a Tyson al ver el estado en el que se encontraba.
Por fin, nos llevaron a cenar. El camarote del capitán del CSS Birmingham venía a tener el tamaño de una despensa, pero aun así era mucho mayor que los demás camarotes del barco. La mesa estaba preparada con manteles de lino y vajilla de porcelana; había mantequilla de cacahuete, sandwiches de gelatina, patatas fritas y SevenUp, todo ello servido por esqueléticos miembros de la tripulación. A mí no me apetecía nada ponerme a comer rodeado de fantasmas, pero el hambre acabó venciendo mis escrúpulos.
—Tántalo os ha expulsado para toda la eternidad —nos dijo Clarisse con un tonillo presuntuoso—. El señor D añadió que si se os ocurre asomaros otra vez por el campamento, os convertirá en ardillas y luego os atropellará con su deportivo.