• 𝐏𝐄𝐑𝐂𝐘 𝐉𝐀𝐂𝐊𝐒𝐎𝐍
𝐀𝐋𝐄𝐍𝐀 𝐈𝐕𝐀𝐍𝐎𝐕𝐀 viaja al Campamento Mestizo por petición de su madre para alejarse de su pasado y conocer una parte importante de su vida, sin saber lo que ese verano en el campamento le cambiaría tanto su futu...
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Rodnye brat'ya i sestry
▪︎ 𝐇𝐄𝐑𝐌𝐀𝐍𝐎𝐒
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Alena
—Estáte quieto. —susurré.
— Perdón. —me sonrió Nick a través del espejo. —Estoy nervioso.
—Ya lo sé, pero no quiero meterte las tijeras en el ojo. Así que, por favor, no te muevas, malysh. — dije mientras terminaba de cortar la parte frontal de su cabello.
—¿Cuánto tardarás en volver? —preguntó tras unos segundos de silencio.
—No lo sé, pero no creo que tarde más de un par de días. —le sacudí el pelo para limpiarlo y le di una última repasada para ver si tenía que cortar algo más. Nicolas se había dejado el pelo un poco más largo de lo que siempre lo había tenido. —Ya está. Velikolepny.
Nick sonrió otra vez a través del espejo y esperó a que dejara las tijeras y el peine para darse la vuelta y abrazarme. Acaricié su pelo con una sonrisa y le dejé un beso en la coronilla.
—¿Por qué tienes que irte tan cerca de Navidad? —dijo, casi con un puchero.
—Tengo trabajo que hacer. Grover ha pedido nuestra ayuda, pero no te preocupes que volveré antes de que notes que estoy fuera. Vamos a pasar unas vacaciones estupendas, ya verás. —apretó sus brazos alrededor mío y le envolví con los mismos, sabiendo que lo necesitaba.
Escuché como un coche aparcaba en la puerta y, tras unos segundos, sonó el timbre de la casa. Nicolas levantó la cabeza ligeramente para presionarla contra mi cuello. No lo solté incluso cuando escuché las voces de Annabeth, Thalia, Sally y Percy en el salón.
Estaba asustado, y no quería que me fuera. La verdad es que yo no quería irme tampoco; llevábamos poco tiempo juntos después del año que pasamos separados, pero Grover pidió nuestra ayuda y sabía que Nicolas estaría bien aquí.
—Estaré bien. —susurré. Le acaricié la espalda con las puntas de los dedos como todas las noches durante los últimos siete años. — Todo estará bien, malysh.
Alguien —Rebecca, lo más seguro— subió las escaleras a ritmo despreocupado, directa a llamarnos. Ya tenía todo recogido, así que no tenía que preocuparme por nada excepto Nicolas.
Los suaves golpes de los nudillos contra la madera resonaron por el interior del baño, y Nicolas se separó un poco para que pudiera andar, aun sin soltarse.
Giré la manilla de la puerta, y Rebecca nos saludó con una sonrisa que se convirtió en una mueca de ternura cuando vio como Nicolas se aferraba a mi costado.