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сладким обещаниям

▪︎ 𝐂𝐀𝐍𝐓𝐎 𝐃𝐄 𝐒𝐈𝐑𝐄𝐍𝐀𝐒

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Percy

Por fin había encontrado algo en lo que era bueno de verdad.

El Vengador de la Reina Ana respondía a todas mis órdenes. Yo sabía qué cabos tensar, qué velas izar y en qué dirección navegar. Avanzábamos entre las olas a unos diez nudos, según calculé. Y lo bueno es que incluso comprendía qué velocidad era ésa. Para un barco de vela, bastante rápido.

Todo parecía perfecto: el viento a favor, las olas rompiendo contra la proa... pero ahora que nos encontrábamos fuera de peligro, sólo conseguía pensar en lo mucho que echaba de menos a Tyson y en la inquietante situación de Grover.

Tampoco conseguía quitarme de la cabeza mi estúpida manera de complicar las cosas en la isla de Circe. De no ser por Alena, todavía sería un pequeño roedor agazapado en aquella jaula a un puñado de piratas peludos. Pensé en lo que Circe me había dicho: «¿Lo ves, Percy? Has liberado tu verdadero ser» .

Aún me sentía cambiado. No sólo porque tenía un repentino deseo de comer lechuga, sino que, además, me notaba asustadizo, como si el instinto de un animalito despavorido formase ahora parte de mí. O quizá siempre había estado allí. Aquello era lo que me preocupaba de verdad. Navegamos toda la noche.

Alena intentó ayudarme en el puesto de mando, pero navegar no era lo suyo. Estuvo recostada contra el mástil del barco, relajada por el movimiento de las olas. Parecía un tanto decaída, y no pude evitar recordar el chaleco blanco que llevaba siempre puesto. Lo recogí en mi mochila cuando la encontré en el agua, ya que se había desprendido de su cuerpo.

Le pedí a la castaña que fuera a por mi mochila, en un intento de animarla aunque sea un poco. No pude evitar mirar el vestido que todavía llevaba puesto. Le quedaba genial, como si estuviera hecho para ella, y durante el viaje, mi mirada se había desviado hacia ella unas cuantas veces sin poder evitarlo.

Sacudí la cabeza para quitarme la imagen de la cabeza. Y rebusqué en mi mochila para coger su chaleco, mientras ella se sentaba a mi lado, mirando el agua. Carraspeé para llamar su atención mientras le tendía el chaleco.

La sorpresa llenó las facciones de su cara, decorada por el suave brillo de la luna.

—Mi... ¿Cómo...? —agarró el chaleco con gesto vacilante, y me miró, todavía sorprendida.

—Lo encontré cuando te estabas ahogando, lo metí en la mochila cuando la encontré. Yo... se me olvidó que lo tenía cuando estábamos en el barco, y en la isla. —parpadeó un par de veces mientras me miraba. Luego, sonrió y se puso el chaleco sobre el vestido.

𝗦𝗜𝗟𝗩𝗘𝗥 𝗠𝗢𝗢𝗡 ☾︎ Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora