Capitulo 40:

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----Narra Dani----

Llegué a mi casa, me duché y me vestí lo más rápido que pude. Salí a la calle y esperé a que María saliera. Cuando salió, se me quedó mirando con una sonrisa. La saludé y nos fuimos. Llegamos y estaban todos esperándonos.

Álvaro: Volveríais a ser los tardones, pero aún faltan Blas y Mireya.

María: ¿Y eso? ¿Dónde están?

Judith: No sé los hemos llamado pero no lo cogen.

Dani: A lo mejor se están montando la fiesta ellos solos.

María me dio un codazo.

Dani: ¿Qué? Puede que sea verdad.

Los chicos empezaron a reírse.

----Narra Mireya----

Terminé de arreglarme y cuando iba a salir, tocaron el timbre. Abrí y vi a Blas.

Mireya: ¿Qué haces aquí?

Blas: Es que quería venir a recogerte.

Mireya: Vale, espera que voy a avisar a mi madre.

Blas: Vale, te espero aquí.

Entré y avisé a mi madre de que me iba. Después salí fuera. Blas me cogió la mano y me abrazó. Íbamos de camino a la feria donde habíamos quedado con los chicos cuando Blas me tiró del brazo y me guió por otra calle.

Mireya: Blas, por aquí no es.

Blas: Lo sé, es que hoy vamos a hacer el camino un poco más largo.

Mireya: Pues voy a llamar a Judith porque ya vamos tarde.

Blas: No, no la llames. Siempre nos toca esperar a nosotros, hoy que esperen ellos un rato.

Mireya: Vale, pero déjame avisarla por lo menos ¿no?

Blas: No, hazme caso por favor.

Mireya: Vale.

Me fiaba de Blas, lo quiero y si por mí fuera me iría hasta el fin del mundo, pero él no era de esos y me tenía sorprendida. ¿Por qué no me decía dónde íbamos? ¿O por qué no me dejaba llamar a Judith? Bueno, me fié de él. Pasamos por unas calles un poco solitarias y al principio me asusté y Blas lo notó.

Blas: No te preocupes, amor. Yo estoy contigo.

Mireya: Vale, pero ¿dónde me llevas? Porque por aquí no se va a la feria.

Blas: Lo sé, es que a la feria vamos después.

Mireya: ¿Después de qué?

Blas: Por favor, no hagas más preguntas y confía en mí.

Mireya: Blas, yo confío en ti pero si no me dices nada.

No me contestó, se paró y me besó.

Blas: Hoy más que nunca necesito que confíes en mí, ¿vale?

Asentí con la cabeza y seguimos. Un rato después andando, nos paramos. Blas se sacó un pañuelo del bolsillo y me tapó los ojos. Protesté un poco, pero me volvió a repetir que confiara en él. Yo confiaba pero me hubiese gustado que me dijera algo. Blas me agarró por la cintura y seguimos andando un poco más cuando paramos me quitó la venda.

Mireya: Esto es increíble-abrí los ojos mucho.

Estaba alucinando, me había llevado al único punto donde se podía ver todo el pueblo. Era un paisaje precioso y la luna estaba llena y se veía como fondo. Blas se acercó por detrás y me abrazó apoyando su cabeza en mi hombro.

Cuando Menos Piensas Sale el SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora