Tuve que parpadear varias veces hasta adaptarme a la claridad. La música y las voces habían cesado para dejar paso a un sonido rítmico: bip, bip, bip... Un frío intenso me obligaba a permanecer inmóvil para no desplazarme lo más mínimo del espacio de la cama que se mantenía caliente.
Poco a poco fui cobrando conciencia de mi propio cuerpo y del lugar en el que me encontraba. Me sentía abandonada y vulnerable entre aquellos paneles de tela verde, rodeada de aparatos y cables. Era desconcertante no recordar nada de ese lugar ni cómo había llegado a él. No tenía fuerzas para intentar reconstruir lo que había pasado. Me sentía aturdida, como si mi capacidad mental hubiera entrado en modo de ahorro de energía.
Tenía la boca seca. Intenté hablar, pero un tubo que me raspaba en la garganta me lo impedía. Con gran dificultad, levanté ligeramente la sábana que me cubría y comprobé que tenía la pierna derecha enyesada. Intenté moverla, aunque pesaba demasiado para mis pocas fuerzas, al igual que mis párpados, que se empeñaban en cerrarse. De nuevo, sólo había oscuridad.
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-Mila, mija... Despierta. Mila, Mila...
Como si de un eco lejano se tratara, empecé a oír la voz suave de mi madre, pero mi cuerpo y mis sentidos respondían con demasiada lentitud. Poco a poco, sus palabras se fueron haciendo más cercanas, al tiempo que yo salía de mi letargo. Logré abrir los párpados y la vi mirándome con una sonrisa y los ojos empañados en lágrimas.
-Cariño, no hables. No tengas miedo. Has sufrido un accidente pero estás bien -su voz se quebró-. Te van a quitar el respirador y tienes que estar muy tranquila y hacer lo que te indique el médico, ¿de acuerdo? ¿Me has entendido?
Asentí aunque estaba aterrada.
-Mamá...
Fue un hilo de voz ronca pero suficiente para que mi madre se abalanzara sobre mi llorando desconsoladamente. Detrás de ella estaba mi padre, que intentaba ocultar las lágrimas simulando que se le había metido algo en un ojo.
Me conmovió ver llorar a mi madre. Era la primera vez que lo hacía en mi presencia. Creo que se dio cuenta de la angustia que me producía, porque se recompuso enseguida y comenzó a gastar bromas sobre mi aspecto. Apenas me atrevía a sonreír. Estaba tan dolorida y cansada que me costaba hasta mover los dedos de las manos. Tenía raspones en los brazos, una muñeca vendada y en la otra conectados varios tubos. La pierna derecha estaba enyesada y la izquierda tenía una costra sanguinolenta que cubría toda la rodilla.
El miedo se apoderó de mí cuando hicieron salir a mis padres y la enfermera me pidió que relajara la garganta. No quería enfrentarme a aquello sola.
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Varios días más tarde, me trasladaron a una habitación. Debía de ser muy temprano porque, aunque a través del inmenso ventanal solo alcanzaba a ver el ala de enfrente del hospital, la luz que llegaba era muy tenue. Fue un alivio encontrarme en un lugar tan tranquilo, sin monitores, ni ruidos, ni movimiento constante. Pero necesitaba ayuda para todo. Hasta incorporarme en la cama suponía un esfuerzo sobrehumano. Menos mal que las enfermeras eran muy amables y mi madre no tardaría en llegar. Mi sorpresa fue mayúscula cuando a la que vi aparecer fue a Vero; aunque, al ver su reacción -cómo dejó caer de golpe la carpeta y la mochila-, creo que la realmente sorprendida fue ella.
-¡Vaya susto que nos has dado!
-Sí que ha debido de ser grande para que te pegues este madrugón. ¿Qué hora es?
-Las siete y cuarto. Es que tenía muchas ganas de verte y he preferido pasarme antes de ir a clase.
-Casi madrugas para nada, porque me acaban de bajar a la habitación ahora mismo.
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Pero a tu lado || Camren ||
FanfictionCamila es una estudiante de segundo de Bachillerato. Es divertida, inteligente y tiene muchos amigos. Pero su vida amorosa no está al mismo nivel. En realidad, ha sido bastante decepcionante hasta el momento, así que este año Camila ha decidido cent...