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–¡Háganme una porra! -dijo Vero pavoneándose mientras se dirigía hacia nuestra mesa. Era viernes y habíamos quedado en el puesto de las patatas para salir después. Por primera vez en mucho tiempo, estábamos todos: Vero, Bea, Jacob, Austin y también Kristen. Nadie habría dicho que los primeros parciales de la uni estaban a la vuelta de la esquina.

–¿Y eso? -preguntó Bea.

–Ya está todo preparado para la fiesta -explicó-. He convencido a Normani, la de El Escondite, para que, de cada copa, nosotros nos quedemos con un dolar y medio. Si van cien personas y cada una se toma una copa, tendremos...

–Ciento cincuenta dólares -intervino Jacob al ver que Vero no se aclaraba con las cuentas.

–Pues eso -continuó sin mirarlo siquiera-, pero seguro que viene más gente, y que muchos se toman varias. La única condición que ha puesto es que tenemos que asegurarnos de que a las doce no queda ningún menor, y hasta ese momento no va a servir alcohol.

–Nosotras somos menores -Bea tenía toda la razón. Ninguna de nosotras había cumplido aún los dieciocho.

–Se refiere a menores, menores. Los de primero y segundo de Bachillerato no contamos. Por los refrescos, solo nos llevamos medio dolar. Dice que ahí tiene menos margen. Según ella, es mejor hacerlo un viernes, porque los sábados mucha gente aprovecha para salir de fin de semana, pero solo tiene libre el 6 de febrero. Si no, nos tendríamos que esperar a finales de abril, y sería demasiado tarde.

–Es muy poco tiempo para prepararlo todo... -nunca en mi vida había organizado una fiesta, pero estaba segura de que exigía bastante planificación-. ¿Shawn y los demás del grupo podrán ese día?

–Le he llamado. Justo acababa de llegar al ensayo, que, como siempre, iba tarde, y me ha confirmado de que no hay problema.

–¡Estás en todo, Vero! -Bea estaba entusiasmada-. ¡Qué genial!

–Tranquila, que hay más. He pensado que esto tenemos que hacerlo a lo grande. La gente está sequísima de dinero con la crisis y, cuanto más saquemos, mejor. Pero para eso necesitamos unirnos al enemigo, así que le he mandado un whatsapp a Frank y le he dicho que...

–¿Que le has mandado un whasapp al jefe de estudios? -preguntó Kristen con los ojos como platos-. Pero ¿cómo es que tienes su teléfono?

–¡Ay, mi amor, a ver si te enteras de una vez que, aunque parezco una chica, en realidad estás saliendo con un centro de inteligencia! Bueno, al grano, pues le he dicho que nos tenían que echar una manita con esto, y me ha llamado casi de inmediato entusiasmado. Dice que va a hablar con los demás profes y con otros institutos a ver qué consigue, pero que con él contemos fijo.

–Yo no puedo contigo, Vero -la sonrisa bobalicona de Kristen no dejaba lugar a dudad: estaba enamorada hasta las trancas.

–Así que hay que ponerse manos a la obra -continuó Vero, a la que, como siempre, parecía que le hubieran dado cuerda-. Tenemos que empezar a publicarlo en Twitter, Facebook, Instagram... Si hace falta, hacemos spam como locos, pero este tiene que ser el acontecimiento del año en Miami.

*************

Mi primera clase en la autoescuela no había estado del todo mal. Pensé que me daría más miedo circular, pero la profesora me había llevado a un lugar apartado sin apenas coches, así que había sido fácil. Era una suerte que, por tener el carné de moto, no fuera necesario que me presentara al teórico. Lo había aprobado una vez, pero no estaba segura de poder repetirlo.

Había ido directamente a la clase de conducir desde el instituto y solo me había dado tiempo a comerme un sándwich por el camino, así que tenía un hambre atroz. Estaba abriendo la verja de la urbanización pensando en qué podría prepararme, cuando del interior apareció Lauren con una funda de guitarra en las manos. Tan solo había cruzado con ella un par de palabras desde el día de Reyes, por lo que no sabía si estaba o no enfadada conmigo.

Pero a tu lado  || Camren ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora