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–Son las feromonas -sentenció Verónica.

Aunque pasaban de largo las dos de la madrugada, no me había resistido a llamarla. Necesitaba desahogarme con alguien y ella era la persona que mejor podía entender la atracción incontrolable que sentía hacia Lauren.

–¿Las feromonas?

–Sí, esas sustancias químicas que se desprenden con el olor...

–Sé lo que son -interrumpí.

–Pues, según dicen, el deseo sexual se desata por el olor, aunque no somos conscientes. Al parecer, es algo primitivo que también les pasa a los animales...

No negaba que esa teoría fuera cierta, pero, en mi caso, sabía con certeza que el origen de esa atracción estaba en la mañana que la vi con Keana.

–Mira, no sé qué será, pero te juro que no he pasado más vergüenza en mi vida. ¿Con qué cara voy a mirarla ahora, Vero?

–Bah, no te agobies. Lo que me sorprende es que no se haya lanzado a saco contigo. Con cualquier otra persona te tiras así a la yugular y no se resiste. ¿Y si al final resulta que no es lesbiana?

–¿Y lo de la Miss, entonces? ¿Y Keana?

–Va a ser eso, claro, que la chica no puede más. Está completamente agotada con lo que la exprimen esas dos... De todos modos, casi que me alegro de que hayas actuado así. Hace mucho que no me decías nada sobre una chica y al parecer ya has besado a una; has subido otro nivel. Empezaba a estar un poco preocupada: lo de Bea es por convicción, pero lo tuyo... Te queda nada para cumplir los dieciocho y sigues siendo virgen. ¿Es que vas a esperar a casarte?

Me sobrevino un acceso de tos. Y no fue por la sorpresa, como tal vez pensara Vero, sino por el cargo de conciencia. En su día no se lo había contado y, con el paso del tiempo, no tenía sentido hacerlo. En cualquier caso, hacía tanto de aquello que hasta parecía que nunca hubiera pasado.

–¿Y qué quieres que haga? ¿Que pare al primero que me encuentre por la calle y me acueste con él?

–No, claro que no. Mejor espera a que James Blunt o Ed Sheeran llamen a tu puerta y te canten una baladita de amor -sarcasmo genuino de Verónica. Directo al corazón, y sin anestesia-. De todos modos, lo único que digo es que me alegra ver que eres "humana" y tienes los mismos deseos que el resto de los mortales.

–¡Claro que los tengo! Pero ¿por qué me fijo siempre en las personas equivocadas? ¿Por qué Jacob y Lauren? ¡Habiendo tantas personas en el mundo! Pero no, yo voy a lo difícil.

–Son las feromonas, ya te lo dije. Ponte una pinza en la nariz cuando estés con ellos, a lo mejor se arregla.

No pude reprimir una carcajada al imaginarme esa escena tan ridícula.

–Bueno, guapa, te dejo -susurró-. Me parece haber oído a mi padre y, como me vea hablando por el celular a estas horas, me quedo sin Wi-Fi y sin teléfono. Te llamo mañana. ¡Que descanses!

–Igualmente. ¡Hasta mañana!

*************

A la mañana siguiente todo estaba muy gris, pero no llovía y, aunque el muro que separaba mi terraza de la de Lauren continuaba mojado, le dejé allí el camisón. No quería cruzarme con ella ni en pintura. Me aseguré de echar el cerrojo en la puerta de mi terraza, no fuera a presentarse sin avisar.

No me visitó, ni tampoco me encontré con ella en toda la semana. Sabía que tarde o temprano tendría que vérmelas con ella, pero cuanto más tarde, mejor. Sin embargo, mi mente seguía jugándome malas pasadas y, de tanto en tanto, evocaba el calor de su cuerpo bajo el mío y el roce de sus labios. Creo que Vero tenía razón y la falta de sexo me estaba pasando factura. Como en El secreto de mi éxito, una de las pelis ochenteras de mi madre, en la que la mujer del jefe de Michael J. Fox anda persiguiéndolo desesperada por acostarse con él. Era muy divertido verle tratando de zafarse de ella, pero ser yo la acosadora no tenía tanta gracia.

Pero a tu lado  || Camren ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora